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Alicia G. Ovies
Sábado, 18 de julio 2015, 02:39
Son muchas las voces que en los últimos años han reclamado una modificación territorial con el fin de ahorrar dinero en estos tiempos de crisis. España cuenta en la actualidad con 8.000 municipios, ¿supondría una fusión de los mismos un ahorro muy grande para las arcas del Estado? Antonio Torres del Moral (Jaén, 1942), catedrático emérito de Derecho Constitucional, dirigió durante esta semana un curso en la UNED que pretendía dar respuesta a estas preguntas. Antes de su clausura atendió a EL COMERCIO para hablar de éstos y otros asuntos de actualidad.
¿Habría que realizar un cambio territorial?
El actual es producto de la historia. La reconquista española duró ocho siglos y dio muchos enclaves pequeños que se han conservado. De manera que hay más de 8.000 municipios y se habla por eso de la necesidad o conveniencia de la cohesión. Hay quien entiende que, como en los pequeños los alcaldes y concejales no cobran pues no es caro de mantenerlo como tal y, sin embargo, sirve para la socialización de esas personas en un territorio que consideran propio. Mientras que si se fusionan con otro municipio parece que se encuentran en territorio ajeno. Lo racional es que los servicios se puedan impartir en poblaciones más amplias y, por tanto, fusionar municipios.
¿Supondría un gran ahorro?
Quizá no mucho porque, como digo, en los municipios pequeños los alcaldes y concejales no cobran. En ese sentido no, pero en otros que están muy cercanos unos de otros, ahí quizás se pudiera ahorrar más. Luego existe otro fenómeno, que son los municipios que se dividen. Generalmente se hace por que hay una parte del territorio que es más rica o más nueva. Entonces no quieren compartir la renta con los pobres de al lado. Esta es la realidad española y hay algo de egoísmo en eso.
¿Sería necesario para ello una modificación de la Constitución?
No, esto son cambios de leyes administrativas. La Constitución constitucionaliza el municipio, pero lo demás es de carácter legal.
Un caso distinto es Cataluña...
Aquí lo que se plantea ya no es un problema de administración de un territorio, sino de soberanía. De si una parte del territorio tiene derecho o no a segregarse de aquel territorio común al que ha pertenecido durante un tiempo. Eso ya es una cuestión constitucional.
¿Qué supondría su independencia?
Jurídicamente habría que modificar la Constitución porque Cataluña está nombrada específicamente en ella como comunidad autónoma. El problema ya no es tanto jurídico, sino político. No se trata de ver si el derecho puede hacerlo o no. En ese sentido el problema político está muy claro: Cataluña es España y por lo tanto no tiene por qué ser otra cosa. Además, la segregación no afecta solo al pueblo catalán sino al español, que tendría algo que decir.
¿Por qué hay tanta reticencia a modificar la Constitución?
Yo creo que ya debería haber sido modificada en varias ocasiones, pero los dos principales partidos han entendido que la Constitución se alcanzó mediante un consenso que sería difícil de conseguir ahora y que si se hacía la reforma se abriría la caja de los truenos. En el sentido de que se empieza y no se sabe cómo va a acabar. A mí me parece que eso es estrictamente supersticioso. Se puede acotar la reforma que se va a hacer. Lo que ocurre es que hay algunas que exigen un referéndum nacional, como por ejemplo para modificar el título II sobre la Corona porque automáticamente se convertiría en un plebiscito sobre monarquía o república. Y de eso sí que se huye. Aunque es algo que habrá que afrontar en su momento. No puede prolongarse de forma indefinida sin abordarlo. Como el problema de Cataluña. Alguna vez habrá que hacer.
Usted ya había dicho en 2013 que el Rey debía abdicar.
Sí, y no puede decir que me hicieran caso, porque el rey no quería. Yo veía que era políticamente el momento oportuno. El rey Juan Carlos había cumplido su ciclo. Lo había hecho muy bien durante muchos años. Últimamente se le estaba yendo de las manos y además estaba mal: visitaba quirófanos cada mes. Eso hacía que fuera el entonces Príncipe de Asturias, don Felipe, el que estuviera llevando la gestión de la Casa Real. Para eso, que hubiera abdicación y que la siguiese llevando como rey. A mí me parecía de cajón. Después, algún episodio poco edificante, como la caza de elefantes, precipitó las cosas. Entonces abdica, yo creo que de una manera normal. El nuevo rey lleva un año ejerciendo la jefatura del Estado muy bien. Eso demuestra que las cosas hay que hacerlas y que no hay que tenerle miedo a los cambios. Este ha sido uno importante, pero no pasa nada. Todo sigue funcionando. Lo que no se puede es huir de los problemas, porque nos persiguen hasta acabar con nosotros.
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