AZAHARA VILLACORTA
Lunes, 16 de febrero 2015, 00:19
«Urge venta de iglesia del siglo XIX. Antes, 350.000 euros. Ahora, 199.000». Con ese reclamo como bandera, el de la ganga inmobiliaria, los propietarios de la capilla de Santa Bárbara de Coruño siguen empeñados en vender este templo enclavado en pleno polígono de Asipo, Llanera. Una «oportunidad única» en el corazón de Asturias que llegó a costar 450.000 euros cuando salió al mercado, allá por 2011.
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Cuatro años más tarde, la crisis ha hecho mella también en esta propiedad singular de más de 300 metros cuadrados de planta sobre una parcela de 2.177 que también llegó a salir en un programa televisivo con audiencia nacional sobre fenómenos paranormales después de que un guardia de seguridad asegurase que no era infrecuente ver a chavales hacer peregrinaciones nocturnas armados con la ouija. Así que los de la tele fueron a buscar espíritus.
Nada de esa publicidad negativa aparece en el anuncio de la inmobiliaria que comercializa esta iglesia levantada por iniciativa privada y adquirida en 2007 por una empresa radicada también en el polígono que la rodea. Un edificio que «finaliza en un ábside pentagonal de cuyos lados parten sendos recintos de planta cuadrada destinados en su día a sacristía y almacén» y que fue construido entre los años 1913 y 1917 a partir de un diseño del arquitecto Manuel Bobes que lo hace asemejarse mucho a la basílica de Covadonga. Eso sí: dentro del barrio obrero de la Fábrica de Explosivos de Coruño que puso en marcha, a finales del XIX, el industrial José Tartiere y que incluía escuelas, tiendas y demás servicios comunitarios. Pero, entre que se vende y no se vende, esta capilla construida en ladrillo visto y piedra caliza y que incluye elementos neorrománicos y neogóticos propios del estilo historicista, además de «vidrieras realizadas a partir de bocetos del pintor José Uría», ha encontrado una nueva utilidad que insufla vida a su única planta, ya que sus propietarios la han convertido en un lugar de culto para los skaters tras la colocación de unas rampas en su interior. Un proyecto singular que incluso cuenta con su propio perfil de Facebook (La Iglesia Skate) y que ha albergado también conciertos de varios grupos punk entre sus muros.
En eso se ha metamorfoseado la capilla de Santa Bárbara de Coruño después de que los planes de negocio iniciales de la empresa que la adquirió -que pasaban por transformarla en una sala polivalente- se viesen abocados al fracaso por la recesión económica, que dio al traste con esa idea para dejar paso a un proyecto mucho más altruista comandado por un colectivo autodenominado 'Church Brigade', una vez que la propiedad cediese el espacio hace dos años para construir un 'skatepark' que sólo conocen unos pocos.
Así fue como Ernesto F. R, alias 'Jernest', al frente de esta particular brigada, empezó a invertir tiempo y dinero en hacer del templo «uno de los ocho lugares más peculiares del mundo para patinar», según acaba de definirlo el magazine francés Desillusion, que da fe de que el tirón a alcanzado ya entre patinadores de toda Europa y de distintos puntos del planeta.
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Plató para vídeoclips
Pero la tarea es titánica. Y cara. Y, de hecho, este mismo fin de semana se celebró en Oviedo un concierto a beneficio de la 'Church Brigade' y 'La Iglesia Skate', una cita patrocinada también por varias marcas locales vinculadas al mundo del patín.
Dicen quienes han asistido a alguna sesión que «la sensación de patinar allí es única». Pero sus aspiraciones no terminan ahí, porque el templo está abierto a la creatividad y, de hecho, también ha servido ya como escenarios para varios vídeoclips. Entre ellos, el explosivo 'Gora E. T.', de los Black Panthys Party.
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Y lo mismo opinan quienes han asistido a alguna de las fiestas y concursos de skate outdoor «con birras y barbacoa» que ha acogido el templo y que sus organizadores prefieren ocultar a ojos de los no iniciados. ¿La razón? No quieren problemas con los guardias de seguridad del polígono, no muy partidarios de tener trabajo extra gracias a este centro de ocio alternativo.
La última adquisición de este lugar sagrado para los skaters asturianos con agujeros de bala de la Guerra Civil y una cruz de la victoria que rinde tributo al bando nacional es una rampa de un metro veinte de altura y de siete y medio de largo. Eso sí, aclaran: «Aquí los únicos fantasmas que hay somos nosotros».
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