Lorena, tía de las niñas, sale desconsolada de la iglesia de Soto del Barco, reconfortada por familiares y amigos.

«La muerte de un hijo es muy dura, pero más aún si te las asesinan y el asesino es su padre»

Bárbara García quiso dar las gracias a través de las redes sociales por todo el apoyo recibido, pero no tuvo fuerzas para acudir al funeral de sus hijas

MARCO MENÉNDEZ

Domingo, 30 de noviembre 2014, 01:00

Bárbara García Martínez, la madre de las pequeñas Amets y Sara -de nueve y siete años-, asesinadas a manos de su padre el pasado jueves en San Juan de la Arena, quiso agradecer todo el apoyo que ha recibido en los últimos días a través de un breve comentario en las redes sociales: «Quiero daros las gracias a todos los que, de una forma u otra, estáis dándome todo vuestro apoyo en un momento tan difícil y que por mucho tiempo seguirá siendo difícil. La muerte de un hijo es muy dura, pero más aún si te las asesinan y el asesino es su propio padre», escribió en la madrugada del sábado. Unas pocas palabras que transmiten no sólo su sentir, sino el de toda una familia que ha quedado «destrozada. Todos están desarmados, porque era algo que no se podían esperar de ninguna manera. No les cabe en la cabeza», indicó a este periódico un amigo de la familia.

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Amets y Sara eran dos niñas muy queridas en Soto del Barco, especialmente entre la comunidad educativa del Colegio Público Gloria Rodríguez -al que ambas asistían-, y prueba de ello fue que en el funeral que se celebró en la mañana de ayer en la iglesia parroquial, el templo se llenó en una impresionante muestra de dolor por la pérdida y de apoyo a la familia. Bárbara, la madre, no tuvo fuerzas para acudir al oficio religioso, pero sí estuvo el resto de la familia, muchos de cuyos miembros no pudieron contener las lágrimas en la sentida homilía que pronunció el párroco José Luis López, quien conocía perfectamente a las pequeñas. Don José Luis concelebró el funeral junto a los párrocos de San Juan de la Arena, Faustino Martínez, y de San Esteban de Pravia, Luis García.

El sacerdote comenzó su homilía indicando que «la muerte de Amets y Sara nos ha impactado a todos, dejándonos en una angustia casi indefinida». Y la emoción también se pudo sentir en la voz del propio párroco, ya que había tenido una estrecha relación con las pequeñas. Recordó que «Amets se preparó aquí para hacer su primera comunión y Sara recibió en este templo las aguas bautismales y empezó el pasado septiembre la catequesis». Pero es que la pequeña «el pasado domingo recibió de mis manos la primera comunión», como uno de los actos de preparación para recibir el santo sacramento el próximo año, «y me dio las gracias. Fue la última vez que la vi», apuntó sensiblemente afectado don José Luis.

Entre sollozos de familiares y amigos de las pequeñas, el párroco continuó relatando que ambas «eran muy cariñosas y participaban con todos en los juegos y actividades escolares», a lo que añadió que «eran muy queridas por sus compañeros de catequesis», por lo que calificó de «absurda» la «muerte de estas dos niñas de edades tan tiernas».

«Desconcertados»

José Luis López también tuvo palabras para reconfortar a los familiares y les dijo que «ante su muerte habéis quedado desconcertados y tentados a creer que Dios os ha abandonado. Pero por encima del dolor debéis pensar que la muerte de Amets y Sara ha de ser para vosotros como una llamada para que sigáis amando a las dos niñas». Por eso remarcó la necesidad de que siempre tengan en su recuerdo la voz de las pequeñas y deseó «de corazón, a la madre y a todos los familiares, que sientan nuestro sentimiento, comprensión y amistad».

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Al término del oficio religioso, el párroco quiso transmitir al entorno de las niñas las muestras de cariño, respaldo y solidaridad que habían llegado desde otras parroquias cercanas y desde el propio obispo auxiliar de Oviedo, Juan Antonio Menéndez, quien envió una carta de apoyo.

El templo parroquial de San Pedro estaba repleto de amigos y vecinos de Soto del Barco y de municipios aledaños que no quisieron que la familia de Amets y Sara estuviera sola en tan duro trance. Especialmente afectadas estaban sus tías, que buscaban consuelo entre los más cercanos. El dolor era tremendo. Muchos vecinos de Soto del Barco no podían contener las lágrimas. Miembros de la comunidad educativa del Colegio Público Gloria Rodríguez, ubicado justo detrás del templo parroquial, también mostraban su desconsuelo y buscaban un arropamiento mutuo.

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A pesar de la cantidad de personas que habían acudido al oficio, tanto en el interior como a la salida del templo llamaba la atención el silencio reinante, sólo roto por algún sollozo y las palabras reconfortantes de los allegados. Los familiares quisieron abandonar con rapidez el templo, sin duda para volver al lado de Bárbara, la madre de las pequeñas, y acompañarla en unos momentos tan duros.

Hay que recordar que los cuerpos de las niñas fueron incinerados el viernes. Estaba previsto que en la mañana de ayer las cenizas fueran entregadas a la familia, que más tarde decidirá el lugar donde serán enterrados los restos: en Soto del Barco o en Cudillero.

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