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El Parque, donde José Ignacio Bilbao permaneció durante una hora el jueves, de una a dos de la tarde.
José Ignacio Bilbao, el demonio iba por dentro

José Ignacio Bilbao, el demonio iba por dentro

El infanticida de La Arena cumplió con su rutina habitual de tomarse un café y charló con tranquilidad con los parroquianos antes de cometer el brutal homicidio

A. A. / E. M. / M. m. / i. g.

Sábado, 29 de noviembre 2014, 02:02

Existe un perfil del criminal agresivo, de esos a los que se les ve venir. José Ignacio Bilbao está en las antípodas. Al menos, en apariencia. Sus modales suaves, su tono educado, el buen vestir, el carácter introvertido. Todo apuntaba al diagnóstico equivocado en San Juan de la Arena, donde el presunto autor del doble infanticidio del jueves vivía desde agosto. En estos pocos meses, José Ignacio, de 55 años, espigado, con el pelo entrecano y gafas, causó una buena impresión a las pocas personas con las que trató. «Formal, tranquilo y serio», según José María Martínez, con quien más hablaba en la Cervecería El Parque. «Muy serio, muy calladín y muy tranquilo», según Joaquín López, del Bar Sharon, adonde también acudía. «Bien vestido, bastante curiosu, aunque le costaba trabajo hablar», apostillaba Josefa Barriga, la esposa de José María.

¿Y el jueves? Lo mismo. Si el crimen se cometió entre las cuatro y las cinco, el inicio de la jornada fue el rutinario. Café, periódico y purito a las diez de la mañana. Ycafé, periódico y purito entre la una y las dos, de nuevo en El Parque. «Hoy ta muy frío», le dijo Josefa a primera hora. «Sí, muy frío», replicó él. A la una se acercó a la mesa de la terraza y dijo:«José María, ¿te importa si me siento?». Hablaron una hora. El criminal en ciernes le dijo que Soto del Barco (donde había vivido con su mujer) «es un aburrimiento», charlaron sobre la angula y también del carbón. A las 14.05 se despidieron. «Voy a ver si me da algo la Pepa», anotó José María. «Cómo no te va a dar nada. Algo te dará. Voy a ver si como yo también», replicó.

Dos horas antes del monstruoso crimen, José Ignacio Bilbao no exteriorizaba la menor muestra de inquietud. Se fue de El Parque con su perfil calmo de siempre dejando atrás a esos conocidos recientes a quienes no habló nunca de su exmujer, ni de sus hijas ni del demonio que engordaba en su interior. No volverían a verlo.

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