ANA RANERA
GIJÓN.
Domingo, 14 de mayo 2023, 01:50
Alberto Valero (Infiesto, 1990) dejó atrás Asturias a los dieciocho años para estudiar en León Ingeniería Aeronáutica. Ya de aquella, pese a tener la mayoría de edad recién estrenada, este piloñés tenía «muchas ganas de vivir fuera de casa», así que, durante la carrera, no se conformó con Castilla y también se fue a pasar temporadas a República Checa y a Kentucky. Y, después de todo ese periplo académico, con la licenciatura en la mano, decidió apuntarse a un curso intensivo de alemán, que lo ayudaría a labrarse un futuro por esos lares. Y así fue: «A los dos meses de empezar a aprender el idioma, ya me salió una oportunidad de trabajo y me fui a un pueblo muy cerca de Múnich».
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Allí, Alberto diseñó helicópteros para Airbus. Hasta que, en febrero de 2016, hizo una escapada con sus amigos a Suiza para esquiar. «Nada más llegar, supe que quería trabajar en ese país», rememora. «Siempre había sabido que Alemania era solo un lugar de paso», así que, en cuanto estuvo de vuelta, empezó a buscar trabajos en Suiza. «A las dos semanas, ya conseguí una entrevista y el 1 de julio ya estaba instalado, para trabajar en una 'start-up' que hacía helicópteros», explica.
«Aquella experiencia duró cuatro años y terminó cuando una empresa grande compró el negocio y perdí la libertad que me daba la 'start-up'», cuenta. Con esas, a este piloñés le tocó volver a reinventarse y se puso a estudiar a distancia un MBA en el Instituto de Empresa de Madrid. «Fui aprendiendo de economía y de sistemas financieros y así acabé trabajando en UBS, una de las mayores entidades financieras del mundo».
Pero, más allá de esta profesión, en la que Alberto nunca se hubiera imaginado, a él lo que le gusta de Zúrich es que es «una ciudad pequeña, que lo tiene todo», presume. «La calidad de vida es impresionante. En verano, quedo con mis amigos para ir a nadar al lago y para hacer bicicleta de montaña», explica. «Es una ciudad que la puedes cruzar entera en veinte minutos o media hora, pero que, a la vez, tiene aeropuerto internacional y todo lo que te puedas imaginar en cuanto a tiendas y servicios».
Esas comodidades hacen que sus planes pasen por quedarse por allí mucho tiempo, pero su mujer, nacida en Rusia, tiene otra opinión. «Ella echa de menos el mar y el clima de Barcelona, así que le gustaría volver a España. Yo, si acaso, me iría a Asturias con un trabajo en remoto, pero ella lo ve complejo, así que de momento todo está en el aire».
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Les queda, por lo tanto, una temporada con su peque, Chloe, en Zúrich, rodeados de una naturaleza espectacular y de unos ciudadanos «que son en parte alemanes, pero que tienen un lado más mediterráneo, sin llegar a ser italianos ni españoles», los define Alberto, antes de continuar con esa vida que nunca hubiera imaginado.
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