«Vivo en el país de las oportunidades»

Aida Martínez nació en el 23 de diciembre de 1982 en el gijonés Hospital de Begoña. A las cinco en punto de la tarde. «Es la hora británica por excelencia para tomar el té, así que supongo que desde mi nacimiento estaba predestinada a vivir en el extranjero», bromea esta licenciada en Filología Inglesa por la Universidad de Oviedo que, desde hace seis años, vive en Nuevo México.

En el aeropuerto de Albuquerque aterrizó allá por 2013. «Me vine principalmente porque la situación laboral en España no estaba pasando por su mejor momento», cuenta esta docente que empezó a trabajar en la enseñanza pública en 2008, después de presentarse a las oposiciones de la especialidad de inglés en Castilla-La Mancha. Una prueba a la que seguirían cuatro años en diferentes centros de la provincia de Toledo como profesora interina.

Así que Aida -que hoy es profesora en una escuela publica en séptimo grado, que vendría a ser el equivalente a segundo de la ESO- tiene elementos más que suficientes para comparar el funcionamiento de ambos sistemas educativos y concluye que «en EE UU la carga de trabajo es bastante mayor, por lo que hay que meterle muchas más horas que en España. También los salarios son bastante más elevados, pero el coste de la vida es más alto». Y, sin embargo, se adaptó sin problemas a «un país que es la tierra de las oportunidades. Suena a cliché, pero es cierto. Aquí valoran mucho tu trabajo y eso es algo que te hace ir a trabajar cada día con una sonrisa». Una tierra «en la que nadie se mete en tu vida. Son muy respetuosos en ese sentido, pero lo que no me gusta es que no se hace vida en la calle, todo el mundo vive metido en su coche. La gente no queda para sentarse en una terraza cuando hace buen tiempo para charlar con amigos».

Ella, sin embargo, es dueña de una agenda «ajetreada», en la que siempre está «haciendo miles de cosas» y muchos planes con el grupo de docentes españoles que andan por allí.

Pero es que el destino también se puso de su parte en el amor, porque llegó en julio y en agosto conoció al que se convertiría en su marido: «Llevamos juntos desde entonces, seis años ya. Nos casamos en 2017 aquí en Santa Fe, en una galería de arte. Una boda pequeña, porque, al estar tan lejos de casa, mucha gente que nos hubiera gustado que estuviera no pudo venir, pero aún así fue un día increíble y lo pasamos genial».

Juntos acaban de comprarse una casa, así que lo de regresar a Asturias no está en su horizonte cercano: «Mi futuro, a día de hoy, está aquí. Tengo un trabajo estable, así que de momento seguiré por estos lares. Eso sí, de vez en cuando te entra la morriña y piensas en lo que te gustaría volver a tus raíces, pero hay que pensar que las oportunidades que te brinda este país no las vas a tener en España, hacer de tripas corazón y visitarla cuando buenamente se pueda».

Para combatirla, Aida tira de internet y de la cocina: «Adaptar los platos de toda la vida a los ingredientes que se pueden comprar aquí. Hago fabada, cocido, lentejas como las de mi madre, paella de marisco... Mi marido está encantado y así no echo tanto de menos la tierrina».