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Marcelo con su mujer, Salvi, y sus hijas, Lucía y Ana.
«Vivir en diferentes países es vivir muchas vidas»

«Vivir en diferentes países es vivir muchas vidas»

Marcelo Pascual lleva un par de años en Bucarest con su familia después de pasar por Suiza, Estados Unidos y Eslovaquia

M. F. Antuña

Gijón

Domingo, 9 de febrero 2025, 01:00

Cada dos años, un nuevo destino. Marcelo Pascual Morales (Oviedo, 45 años) y su familia ya se han hecho a ese modo de vida y lo disfrutan. Estudió Económicas en la Universidad de Oviedo, fue Erasmus en Holanda y eso le cambió el chip. «A partir de ahí ya no paré, porque después me fui a Dublín, estuve allí un par de años en una multinacional, luego volví a España y empecé a trabajar en la farmacéutica MSD», relata. En España estuvo en Málaga y en Madrid, donde nació su primera hija, que con un mes se fue a Suiza. De allí a Estados Unidos, a Filadelfia, donde nació su segunda hija. Estuvieron casi cinco años, hasta que surgió la oportunidad de volver a Europa, concretamente a Eslovaquia, ya como director general. Le pilló en plena pandemia el cambio y se fue solo. La familia se quedó en EE UU hasta que pudo unirse a él y después de otro par de años, a Rumanía, donde habita ahora. «Al final llegas, montas casa, colegios, médicos, haces amigos y a los dos años, pumba, a hacer la maleta para ir a otro sitio», resume sin pesar.

Tiene cosas buenas y malas esa vida en un continuo viaje. Las buenas están claras: «Tienes una exposición bestial a culturas y formas de vida diferentes, y eso te da te da mucho mundo, te da resiliencia, las experiencia de vivir en diferentes países es vivir muchas vidas en una», señala. Habla de cómo todos se han hecho flexibles: «Nos ha unido como familia, somos un equipo». Los inconvenientes están ahí: «Me fastidia que mis hijas no tengan raíces, yo soy asturiano, para mí volver a casa es Asturias, para mi mujer, Málaga, y eso ellas no lo tienen». Pero cierto es que ellas atesoran también esa raigambre asturiana y andaluza de sus padres: «Sí, porque además tenemos muchos amigos españoles, a cada país que vas siempre haces un grupo de amigos expatriados y muchos son españoles», cuenta.

Trabaja en una multinacional y eso hace que una parte de la faena del día día sea igual en todos los países, pero luego hay múltiples diferencias en lo laboral: «A mí el país que más me costó fue Suiza, que es mucho más frío, es más difícil penetrar en la cultura de la gente, también en Eslovaquia; luego EE UU lo vi mucho más latino y más fácil, y Rumanía es un país emergente que está acelerando su desarrollo».

Abunda Marcelo en la situación de un país con una población muy joven, que es dinámico y vivo, pero que tiene grandes diferencias entre las áreas rurales y las urbanas. «Está creciendo mucho, recibe muchos fondos europeos, pero todavía es muy caótico todo», señala.

A la hora de trabajar facilita las cosas que todo el mundo hable inglés. Pero es que además los rumanos son cercanos: «Yo los veo bastante latinos, no es como Eslovaquia que es más Europa del Este, y además muchos hablan español porque lo aprendieron viendo telenovelas». Bucarest, la capital, donde vive, es una ciudad grande y viva, que no para de crecer, mientras la zona rural, anclada en el pasado, ofrece paisajes hermosos: «Transilvania a nivel de naturaleza es preciosa».

Sostiene Marcelo que en España hay un mal concepto de un país con un idioma muy cercano al español, del que él ha aprendido un básico para manejarse en las relaciones institucionales. Siempre se valora ese detalle, pero toda sus relaciones son en inglés, el idioma en el que también estudian sus niñas.

Las añoranzas son múltiples siempre y las habituales: la comida, los amigos y la familia. Eso sí, la fabada va con él por el mundo. «Yo de Asturias echo de menos hasta la lluvia», concluye. Disfruta de cada vuelta a casa, de las excursiones, de las reuniones navideñas con los amigos... «Eso de cuanto más lejos estás más asturiano te sientes es totalmente cierto», concluye.

Pese a lo dicho, a nivel profesional es complicado encontrar un trabajo que facilite el retorno: «Es difícil volver a Asturias y empezar de cero». Eso sí, el cambio de país seguramente llegará pronto. «Nos hemos hecho a esta locura de estar cada dos años en un país y ya lo vemos como para seguir hasta que mis hijas empiecen la universidad».

Es una manera bárbara de conocer mundo y de mirar a Asturias con la distancia que da la emigración: «No veo que pase nada para que se invierta y haya empleo para gente joven, está en el mismo círculo, no veo que se rompa y que lleguen inversiones».

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