El gijonés Iván Menéndez, rodeado de focas, en una playa estadounidense. E. C.
Asturianos en la diáspora

«Vivir en Dallas es vivir en una peli»

Iván Menéndez lleva allí tres años, aunque aún se sorprende con su forma de vida. «Van al banco y a la farmacia sin bajarse del coche»

ANA RANERA

GIJÓN.

Domingo, 11 de abril 2021, 02:17

Iván Menéndez (Gijón, 1988) se siente el protagonista de una película cuando recorre las calles de Dallas, y eso que ya lleva tres años haciendo su vida allí. Esta ciudad tejana lleva un ritmo de vida «que no tiene nada que ver ... al nuestro» porque vivirán rápido, sí, pero a golpe de acelerador y no de pasos. «Usan coche para todo, van al banco y a la farmacia y ni siquiera se bajan», cuenta.

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Nosotros, los españoles, tendremos asumido hacerlo para comprarnos una hamburguesa y unas patatas, pero ni se nos pasa por la mente -al menos, de momento- sacar dinero a través de la ventanilla. «Es que no usan las calles, vas caminando y, de repente, las aceras se acaban», asegura, entre risas.

A esas rarezas o normalidades, según quien las mire, se unen sus carreteras pobladas por coches luminosos de ruedas gigantes en los que para montarte «casi necesitas una escalera», bromea el gijonés. Aunque, más allá de estas excentricidades, una de las cosas que más llamó la atención a Iván cuando llegó fue mantener las distancias con la gente. «Al principio, se me hacía raro no tocarlos, pero aquí la burbuja de espacio personal es de hormigón», señala.

La parte positiva de Dallas está «en las oportunidades» que no tienen comparación -para un bioquímico- con las que ofrece España. «La cantidad de dinero que hay para la investigación no tiene nada que ver», confirma. A Iván le impresiona, de hecho, todo lo que se hace en nuestro país, pese a la escasez de presupuesto. «Para los medios que hay, se hacen unas cosas alucinantes. Construyen cohetes con piezas de Lego y vuelan», apunta.

Él trabaja allí desde hace tres años, en un laboratorio que estudia la regeneración del corazón. «Cuando te da un infarto, esa parte del tejido se muere y se reemplaza por una cicatriz, por un tejido fibroso. Eso evita que el órgano tenga un agujero, pero esa parte no late», explica. «El objetivo de nuestro trabajo es que el cuerpo elimine esa cicatriz y que ese tejido se regenere, que vuelva a latir», añade.

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Un proyecto ambicioso que él estudia «desde el punto de vista del metabolismo» y lo hace con cultivos celulares y también con ratones. Iván está contento con este trabajo, aunque de futuros, prefiere no hablar: «Iré adonde me vaya llevando la vida», dice.

Acostumbrado ya a los veranos de más de cuarenta grados, confiesa que se ha vuelto «un friolero» que ya no sabe si volverá a atreverse a lanzarse a nuestro Cantábrico. Adonde sí se lanzará, sin dudarlo, es «a las calles» que tan bien usamos por estos lares en los que gusta la vida a pie y la burbuja personal se evapora muy fácilmente.

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Él no cree que esté a la vista un regreso definitivo, aunque cuando la vida se lo permita, lo hará para unas vacaciones de reencuentros con amigos y familia y de paseos por unas calles que poco o nada tienen de las ficciones americanas.

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