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Álvaro Trabanco posa en la exposición individual que está abierta en Estambul hasta el 26 de diciembre.
«La vida en Estambul no es la vida toda en Turquía»

«La vida en Estambul no es la vida toda en Turquía»

El gijonés Álvaro Trabanco vive desde hace cinco años en la gran urbe, donde acaba de presentar un libro de fotografía y tiene una exposición abierta

M. F. Antuña

Gijón

Domingo, 15 de diciembre 2024, 01:00

Lleva un diciembre movidito el gijonés Álvaro Trabanco (1991), que desde hace cinco años reside en Estambul con su mujer, de nacionalidad turca, y pronto tomará camino de vuelta a España. El pasado 10 de diciembre en el Instituto Cervantes de la capital turca presentó su libro 'Aflorando el enigma' (Materia Editorial), del que es coautor con su colega turca Reyhan Mente.

La colaboración entre ambos nace en un laboratorio de fotografía analógica de una asociación. Allí se conocieron: «Siendo los dos únicos usuarios fue fácil labrar una amistad que llevó a un libro donde presentamos un proyecto cada uno. Son todo fotografías en blanco y negro bañadas por la química que presentan nuestro intento de descubrir y reflexionar con las imágenes. En mi caso pretendo descubrir la tierra de Galípoli, esa península estrecha marcada por las batallas donde vive mi familia política. En su caso el descubrimiento es personal, vital y más introspectivo», revela sobre este libro bilingüe en turco y español.

La exposición, su primera individual en Turquía y la primera que cuenta con copias de gelatina de plata, realizadas a lo largo de varios años, es un proyecto ya personal y complementario a esa publicación a dos cámaras. «'Unearthed' es la extensión del proyecto del libro», revela, y añade que su pretensión es poner el foco en un lugar bastante desconocido más allá de la batalla de la I Guerra Mundial. «Los restos de los combates están todos bajo tierra y esto supone un desafío para la fotografía. Me interesa la vida actual en un territorio vinculado a la agricultura y la pesca, parcialmente protegido por su relevancia histórica», señala sobre Galípoli. Hasta el 26 de diciembre estará abierta la muestra.

Formado en Diseño Gráfico en la ESAPA de Avilés, máster en diseño de Comunicación en Lisboa, fue en la capital portuguesa, donde vivió seis años, el lugar en el que conoció a su mujer. «Al terminar los estudios decidimos que era tiempo de un cambio y pasamos un año en Bilbao. Las dificultades de visado hizo que mi pareja volviese a Turquía, donde decidimos reencontrarnos y pasar unos años de nuestra vida», relata. Era una asignatura pendiente vivir en esa gran ciudad y son ya cinco años en ella: «La vida en Estambul no es la vida en toda Turquía. No es tanto adaptarse a la cultura de otro país, sino adaptarse a una urbe de más de 16 millones de personas», cuenta. No se queja de los contras y se queda con los múltiples pros que le regala la ciudad que respira y palpita entre Europa y Asia: «Tienes la opción de vivir en un lugar con una historia inigualable, que se extiende a lo largo de sus colinas y numerosos centros», relata. Habla, a continuación, maravillas de una cocina espectacular y variada: «Tienes acceso a la cocina mediterránea, la del interior de Anatolia y las influencias del sureste del país, así como la de la inmigración árabe», resume.

Todo lo dicho no aplaca las añoranzas de la Asturias que dejó atrás. «Lo que más echo de menos es sentirme en casa. Hace 12 años que me fui y cada vez que vuelvo aprecio esa sensación de confort y de pertenencia, de hablar en llingua asturiana y de volver a todos los lugares de mi vida anterior».

Las ausencias, lo que falta de ese arraigo, se suple con todo lo aprendido en ese largo viaje vital. «Emigrar me enseñó a comer variado y apreciando las diferencias. Y no tanto porque la comida sea diferente allá donde vayas, sino por los amigos que con todo su cariño te preparan platos que son diferentes a los que harías tú. Parece un detalle, pero la comida te puede vincular a cualquier tierra a la que vayas. Es también una forma de aumentar el número de sitios a los que puedes llamar hogar», concluye el fotógrafo gijonés.

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