ANA RANERA
GIJÓN.
Domingo, 31 de julio 2022, 16:40
Han pasado trece años ya desde que a Tamara Iglesias (Riosa, 1987) le cambió la vida. Fue en 2009, cuando una aerolínea le ofreció continuar su carrera como azafata en Londres, una ciudad en la que «ganaba más y tenía mejor horario que en España», ... según cuenta. Ella no pudo rechazar aquella oferta y estuvo cuatro años trabajando allí, para luego irse a Bruselas y, después, a Bristol, recorriendo mundo en aviones comerciales.
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Hace algún tiempo, su rutina volvió a cambiar de rumbo porque se estableció en Bath, «una ciudad que es preciosa, de las más bonitas de Reino Unido», según la define. En ese momento, dejó atrás los vuelos comerciales para dedicarse a los privados, que le gustan bastante más. «Los comerciales son los que ve todo el mundo cuando coge un avión y los privados son para clientes que alquilan un avión completo para ellos», explica.
Esos pasajeros «van adonde quieran, comen lo que quieran y el servicio es casi el de un restaurante con estrella Michelin», se ríe. Y, aunque la carga de trabajo sea mayor, Tamara los prefiere. «Soy la única azafata que va a bordo, pero los destinos, el sueldo y la gente me gustan más. Llevamos un máximo de trece pasajeros por vuelo», señala. Y, además, suelen aterrizar en lugares como «el norte de África, Oriente Medio e Islandia, pero ya digo, vamos adonde el cliente quiera, que quiere ir a América, pues allá vamos».
Y, aunque Tamara pasa el día en las nubes, cuando toca tierra, le gusta disfrutar de las comodidades de Bath. «Hay muchos restaurantes, teatros, cines... Además, tenemos Gales a una hora y media», cuenta. Ella allí está encantada y, por eso, ya está planenando construirse su propia casa. «Espero poder hacerlo pronto», lanza.
Porque, de momento, su plan es quedarse por Reino Unido, aprovechando que el 'brexit' no le afecta demasiado. «Yo ya llevo tiempo aquí, así que tengo mi permiso de residencia y mi pasaporte español», indica. Eso sí: algún día tiene claro que volverá a instalarse en nuestra región. «Cuando me jubile, volveré seguro». No tiene dudas, y eso que hace ya tres años que no pisa el Principado. «Intentaré ir en octubre porque hasta ahora no pude, por culpa del covid, y tampoco vino a verme nadie de mi familia», explica. «Nos vimos por videollamada, pero hace mucho que no tenemos la suerte del cara a cara», se lamenta.
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Eso hace que Tamara eche mucho de menos «el estilo de vida de España. El ir a tomar un café por la tarde y tener a la familia cerca», según dice. Pasará volando el tiempo hasta el otoño, cuando por fin pueda pisar suelo asturiano y estar, junto a su hermana, que es, según confiesa, «lo que más echo de menos». Por mucho Skype que tengamos, nada sustituye a un abrazo y a una conversación de la mano. La tecnología no se acerca, ni de lejos, al calor de la realidad.
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