«En San Diego hay mucho dinero para investigar»

Pablo Santamarina Ojeda (Colloto, 1994) está llenando la mochila y la bata blanca de experiencias. Este científico terminó su tesis doctoral en Asturias y se encontró ante un horizonte lleno de oportunidades, que le ponían muy difícil tomar una decisión de futuro. «Podía seguir por el camino de la investigación académica y quedarme en España o bien salir fuera. Como en el doctorado ya había visto cómo era la profesión en nuestro país, me apeteció ver cómo lo hacían en otros lugares».

Se puso entonces a buscar un laboratorio y, tras varias entrevistas, se le ocurrió que quizá su carrera continuaba al otro lado del charco. «Me habían dicho varios compañeros que todo el mundo quería ir a San Diego porque hay centros de investigación muy famosos», recuerda. «Además a mí, en ese momento, me apetecía trabajar en las enfermedades neurodegenerativas, así que contacté con Joseph G. Gleeson, el que ahora es mi jefe, e hicimos 'match'», cuenta riéndose.

«Cuando tuvimos la entrevista, nos encajaron los proyectos y las técnicas que utilizábamos y aquí estoy», celebra. «Él se centra en estudiar a nivel neuronal qué caminos toman diferentes células en el desarrollo a la edad adulta y eso puede ayudar a encontrar el origen de posibles enfermedades neurodegenerativas».

Santamarina se incorporó a este puesto el 1 de agosto y, según reconoce, casi todos son extranjeros en la investigación. «Hay muy pocos norteamericanos haciendo la etapa posdoctoral». Suelen elegir seguir su camino en las empresas privadas, aunque allí el dinero abunda por todas partes. «Hay mucha gente que quiere colaborar con la ciencia, muchos filántropos. Hay mucho dinero para investigar», asegura y lo compara con su experiencia asturiana. «Cuando yo estaba en Asturias, peleábamos por proyectos de 300.000 euros y aquí mi jefe el otro día se presentó para uno de varios millones de dólares».

Dentro de los laboratorios, inevitablemente se notan las diferencias. «Mi jefe te hace ir siempre más allá y dar lo mejor de ti. Todas las semanas tenemos reuniones y aquí el objetivo es publicar al más alto nivel. Estás aquí y tu responsabilidad es estar a la altura».

La vida allí está claro que es un no parar y, cuando las luces del laboratorio se apagan, toca disfrutar de San Diego, una ciudad «que se caracteriza por el sol y por el estilo de vida californiano de las películas». Eso sí: ese buen tiempo lo combinan con horario europeo, así que a este asturiano le toca disfrutar del ocio con españoles que tienen «la misma cultura y los mismos planes», y unirse a «gente de todo el mundo», con la que también comparten la forma de vivir en una ciudad que es «de las más caras de Estados Unidos». A pesar de eso y de que «los gastos son el doble que en España», Pablo cree que sale ganando porque cobra «el triple» de lo que ganaría si se hubiera quedado en nuestro país.

Como contrapunto está la necesidad de utilizar el coche para todo. «Las distancias aquí son muy largas. Todo queda lejos», recuerda este asturiano que no notó ningún cambio con la victoria de Donald Trump. «Entre los españoles lo comentamos, claro, pero no creemos que nos vaya a afectar mucho porque vinimos con un visa de investigadores que te dan muchas facilidades para hacerla».

Y esa visa no parece que se vaya a alargar mucho en el tiempo porque Santamarina se imagina el futuro en Asturias. «Me quedarán aquí un mínimo de tres años para que me dé tiempo a acabar la investigación, quiero cumplir mis objetivos profesionales». Luego ya tocará pensar en otros destinos. «Querría volver a Asturias, pero estoy abierto a todo y, cuando digo todo, es todo. Si por temas profesionales o personales tengo que quedarme más tiempo o irme a otro sitio, pues lo haré».

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