ANA RANERA
GIJÓN.
Domingo, 25 de septiembre 2022, 01:25
Hace ocho años, Gracia Castañón (Gijón, 1988) cambió Asturias por Gales. Ella es enfermera e iba en busca de oportunidades laborales y nuevos retos que, por aquel entonces, no encontraba en nuestro país. «Quise venir para coger experiencia y ver diferentes maneras de trabajar», cuenta. ... Y su pareja, Diego Álvarez (Mieres, 1986) fue detrás. «Yo en ese momento estaba parado, así que vine con ella a pasar las navidades y ya me quedé», recuerda.
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Lo que iba a ser una temporada se fue alargando sin que ellos se dieran ni siquiera cuenta. «Todavía pensamos que es solo una temporada», se ríen. «No te enteras. La vida pasa rápido, tienes amigos, compañeros y los meses se van yendo sin que seas consciente», insisten. «El primer año fue como si tuviéramos unas vacaciones trabajadas porque nos dedicábamos a ir conociendo sitios y no es hasta el segundo o tercero, cuando te das cuenta del tiempo que llevas», explican.
Ellos ya lo han hecho y tienen siempre en mente la idea de regresar, «pero nunca tomamos la decisión», confiesan. «Ella tendría trabajo, pero yo no encuentro la empresa que me quiera contratar. No pido 3.000 euros al mes, pero sí un salario digno», lanza Diego.
Está acostumbrado ya a las formas de proceder galesas que poco se parecen a las españolas. «En el trabajo se respeta todo tal cual, trabajas las horas que son y, si haces alguna extra, te la pagan», afirma.
En el otro lado de la balanza, está la vida social, bastante más tranquila que la que tenemos por la cuesta del Cholo y el Lavaderu. «La gente socializa menos entre semana, como mucho van al pub después de cenar», señalan. Por eso, ellos se relacionan «con un grupo de españoles. Es con los que hacemos planes».
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Y disfrutan de lo lindo al aire libre. «Tenemos una camper y estamos siempre por ahí», dicen. «En España se gasta más porque vas a cenar y a tomar cervezas. Aquí el ocio es muy distinto», explican. «Lo más caro en Gales son el alcohol y la fiesta».
Así que mejor no salir de marcha, aunque, a decir verdad, pocos planes nocturnos puede hacer esta pareja, con una hija a punto de empezar a la guardería. «Irá a partir del mes que viene y aquí son carísimas», se lamentan.
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No queda más remedio que afrontar ese gasto, mientras se piensan si vuelven o si se quedan una temporada más por allá. «Es difícil porque tenemos aquí media vida: a nuestros amigos, la posición en el trabajo, los compañeros...», dicen. Pero rápidamente se interrumpen entre ellos para recordarse que «como en casa en ningún sitio». Sobre todo, desde que su niña llegó a sus vidas y les dio aún más ganas de estar cerca de la familia y los amigos. «Vamos a Asturias cada dos meses», prometen. Así, su hija crece escuchando la vida con acento asturiano y corriendo a los brazos insuperables de los abuelos.
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