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ANA RANERA
GIJÓN.
Domingo, 14 de noviembre 2021, 01:43
«En la cabeza siempre tengo volver a Asturias», promete el biólogo Néstor Sampedro Vallina (Oviedo, 1994). Esa idea le ronda constantemente, pero la ve casi como inalcanzable porque la ciencia, entre nuestras fronteras, es un terreno pantanoso, en el que resistir de pie es ... un reto del que cuesta salir ileso. «Nuestra región lo tiene todo, menos oportunidades laborales», se lamenta este veinteañero. Eso hace que los talentos nazcan aquí, pero se busquen rápidamente otra tierra en la que germinar sin marchitarse. «Estudié la carrera en Oviedo y luego me fui a hacer un máster a Madrid, en el que me interesé por algunos campos de investigación dentro de la biología molecular», explica.
Ya desde la capital, este ovetense dio otro salto, que lo llevó a instalarse, en 2018, en la ciudad danesa de Aarhus, donde está haciendo el doctorado. «Estudio la estructura de las moléculas que se encargan de llevar a cabo las acciones necesarias para nuestra vida», comienza diciendo. «A veces, funcionan como máquinas, así que yo busco nuevas máquinas que puedan ayudar en distintos aspectos, por ejemplo, en el diagnóstico de enfermedades», continúa relatando.
Un proyecto que es posible gracias a que Dinamarca le da a la ciencia la importancia que merece. «Países como Dinamarca y Suecia invierten más del doble en porcentaje de PIB que España en investigación», lanza. «Aquí se valora la inversión en ciencia y el bienestar individual y eso repercute en la eficiencia», considera Sampedro Vallina. «Hay menos horas laborables y menos extra, saben diferenciar bien entre el tiempo de trabajo y el tiempo libre».
Lo dice con conocimiento de causa y de efecto, porque «esta es una ciudad muy joven», adelanta. «Tiene una universidad enorme, con lo cual hay más de 40.000 estudiantes», señala. Eso hace que haya «una amplia oferta cultural» y que, para salir de fiesta, tampoco falten opciones. «Por semana, los ves enfocados en su profesión, pero, el fin de semana, saben divertirse muy bien», promete. «Eso sí, son más sosos que los asturianos, pero no tanto como nosotros los imaginamos», se ríe.
Néstor está a gusto por esos lares porque esta experiencia le ha enseñado a «valorar lo bueno de cada sitio». Y allí, además, sabe que puede tener futuro, si lo quiere. «Podría quedarme porque hay mucha investigación privada. Eso da trabajo a bastante gente y te permite tener una vida tranquila y con dinero», explica. Pese a esas ventajas, que conoce perfectamente, aún no sabe qué será de él en los próximos años. «Quizá quiera irme a otro sitio para seguir ganando experiencia».
Mientras se lo piensa, le queda desear que en la maleta le quepan la naturaleza, los sabores, la familia y los amigos que lo esperan en Asturias. Esta Navidad, Néstor volverá a casa y el calor de los abrazos de todos ellos derretirá, seguro, el hielo de los meses separados.
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