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ANA RANERA
GIJÓN.
Lunes, 7 de diciembre 2020, 03:13
La primera vez que Mario Álvarez-Castrillón (Oviedo, 1997) aterrizó en Múnich, a los quince años, supo que volvería a esa ciudad. Lo que sintió entonces fue un flechazo o, más bien, una corazonada de que su futuro estaba en aquellas calles que, a cada ... paso, le iban convenciendo de cuál era su lugar.
De aquel intercambio que hizo con el colegio, este ingeniero volvió con la idea de regresar en la cabeza y ese pensamiento no se disipó por mucho que pasó el tiempo. Todo lo contrario, las ganas fueron creciendo hasta que hace unos meses lo consiguió.
El camino para llegar a Múnich empezó hace ya más de dos años cuando se trasladó a Nantes para acabar Ingeniería Industrial y empezar un máster. Una vez terminada su etapa allí, solicitó unas prácticas en una empresa de automóviles alemana y tuvo la suerte de que se las concedieran. «Siempre había querido trabajar en algo relacionado con los coches», cuenta emocionado. Y además hacerlo en Múnich era todo a lo que aspiraba. «Es una ciudad genial, muy internacional. Aquí no te aburres nunca, siempre tienes algo que hacer y está repleta de gente joven», asegura encantado.
A todo ese ambiente, Mario suma que no es un sitio caótico, sino que es un lugar que acoge. «Es como un pueblo grande, es muy familiar, no tiene nada que ver con Berlín que es una ciudad que te come», señala. Además, al llegar, este joven ovetense pudo recuperar la relación con aquellos amigos que había hecho cuando viajó allí por primera vez. «Son como mi familia, me acogieron cuando llegué y me ayudaron en todo», apunta.
Mario aterrizó en Múnich en plena pandemia, pero eso no le impidió disfrutar de sus primeros meses por allí. «La situación aquí está algo mejor que en España, así que, afortunadamente, pude evitar el teletrabajo. Yo prefería ir que estar desde casa tantas horas solo delante del ordenador», explica.
Dentro de poco, tendrá que volver a Asturias para hacer sus últimos exámenes del máster, pero lo hace teniendo claro que volverá a marcharse. «Para los ingenieros, hay más opciones laborales fuera de España». Y, teniendo en cuenta las comunicaciones de otras ciudades de nuestro país con las asturianas, siente que, al final, si medimos la distancia en horas, no es tanta. «Si viviera en Madrid, tardaría cuatro horas en coche para llegar a Oviedo; pues estando en Alemania llego en dos horas en avión. No estoy tan lejos», se convence.
Este ovetense que al español suma el inglés, el francés y el alemán, no tiene dudas acerca de su futuro: «Me apetece conocer mundo y aprender idiomas». Sí, quiere aprender más idiomas para llegar a todos los lugares que se proponga alcanzar. Como ya hizo con Múnich, la ciudad con la que soñaba a los quince años y que, a base de mucho esfuerzo, acabó convirtiéndose en su hogar.
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