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M. F. ANTUÑA
GIJÓN.
Domingo, 22 de mayo 2022, 02:36
Alicia González Lafita (1989, nacida en Oviedo y criada en Gijón) tiene la definición perfecta de Londres, la ciudad que ha sido su lugar en el mundo en los últimos 15 años: «Es lo que tú quieres que sea». Es una ciudad tan viva, tan ... abierta, tan ágil, tan capaz de absorber lo que llega de todas partes, que es múltiple, dispar. Y eso la hace única.
Con 18 añitos decidió irse. «Tenía mucha intriga por vivir en otro idioma, ver cómo era otra cultura, otro ambiente». Consiguió plaza en The Bartlett School of Architecture y allí se fue. «Este es un lugar con diversidad y muchos estímulos y la experiencia ha sido, evidentemente, muy enriquecedora, pero también con sus retos, sus procesos de adaptación», relata. Encontrarse en su sitio exigió perseverancia y dominar el idioma. «Cuando llegué fui a comprar un teléfono móvil y con el acento que yo había estudiado en el colegio no me enteré de nada; al llegar tienes nivel si la persona con la que hablas tiene interés, si no, estás perdido».
Encontrarse a gusto -sostiene- le llevó dos o tres años y eso que en la universidad siempre se ha sentido feliz. No puede comparar con España, pero sí siente que en Gran Bretaña se trabaja con una perspectiva más abierta sobre los intereses de cada individuo, que la formación no es tan estructurada como en España. «Aquí el sistema está centrado en buscar qué le interesa a cada uno, qué le motiva, qué quiere explorar y en que haya un eslabón entre la universidad y el mundo profesional». La práctica y la formación van más de la mano. Ella es arquitecta pero aclara que la arquitectura de aquí y allá no es la misma, que en España se adentra en un mundo más cercano a la ingeniería mientras allí mira más hacia el diseño, a lo puramente artístico. «Yo ahora estoy trabajando en el Museo Victoria y Albert de diseñadora de exposiciones y de mobiliario», explica esta joven que obtuvo en 2010 el Premio Asturias Joven de Artes Plásticas. Ha trabajado en estudios de arquitectura, también da clases en la escuela en la que se formó, pero le llama el mundo del arte y la museografía.
Dicho lo cual, y constatado que Londres es el lugar perfecto para reinventarse y decidir quién quieres ser, le falta luz. «Mi teoría es que el sol y la vitamina D condicionan la manera de ser de las personas. Somos muy distintos. Incluso el sentido del humor es una cosa más velada, menos obvia, hay una serie de claves que tienes que ir desentrañando», revela. Luego la propia dinámica de la ciudad hace que su mundo sea absolutamente multicultural. «Tengo amigos nacidos en Inglaterra y de generaciones previas, pero una de mis mejores amigas es nigeriana, otra iraní... La idea de Sabile Row no es determinante, es mucho más plural».
Echa de menos esa vida cotidiana de la ciudad pequeña, el entramado social más denso, el cariño y el saludo callejero. Pero, de momento, se queda en Gran Bretaña: «En Londres siempre hay una oportunidad. Yo cuando vine a estudiar pensaba que volvería a Asturias, pero siempre hay un motivo que te retiene. Irse tiene que ser una decisión muy concienzuda, si lo dejas al aire de los vientos te acabas quedando». Allí se queda, enamorada de la ciudad en la que nadie se siente extranjero, en la que ha aprendido y sigue aprendiendo a diario.
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