«Aquí el jefe no te llama con 'lo quiero ya', las cosas pueden esperar a mañana»

Tres niños han nacido allí desde entonces -Lucas, de nueve años; Elia, de siete, y Elsa, de cuatro- y allí está ahora su vida, entre otras cosas porque está mejor pagada y en varios aspectos es más cómoda que en España, por mucho que se eche de menos tener a los abuelos cerca. «Yo tengo la suerte de trabajar en Renault, que es un símbolo de Francia, y las condiciones son muy buenas, teletrabajo y tengo libertad completa de movimiento», relata. No es extraño que un día se trabajen tres horas y otro doce. Nadie se rasga las vestiduras. Y, eso, en su caso, aporta calidad de vida y conciliación. Puede llevar a los niños al cole, recogerlos, y organizarse en el trabajo como mejor le interese, puede incluso escaparse a España con la familia y laborar en remoto desde aquí.

No hay queja, pues, de cómo funciona Francia en el ámbito laboral, un país, además, donde se respetan enormemente los derechos de los trabajadores. «Aquí las cosas pueden esperar a mañana, eso de que te llame el jefe a las cinco de la tarde con 'esto lo quiero para ya y punto' no pasa». También hay un apoyo notable a las familias. «Cierto es que tenemos los impuestos más altos y las cosas son muy caras, pero en el momento que tienes críos los impuestos se reducen», anota.

París es, efectivamente, una urbe carísima, pero hermosísima: «Es una de las ciudades más bonitas del mundo, para visitarla es preciosa, pero para vivir o tienes mucho dinero o no es lo mismo». Ellos tienen su hogar en un municipio aledaño, pero a 40 minutos caminando del Arco del Triunfo. Buena zona, ciudad maravillosa, pero en el fondo se añora esa espontaneidad española en lo social. Y eso que no les faltan amigos, muchos de ellos españoles, con los que pasar el rato, aunque ahora con tres niños en casa ya no es tan fácil como antes.

Francia tiene muchos aspectos positivos, pero también vivir lejos de casa da opción a descubrir que lo que se suele criticar de España quizá no sea tan criticable: «Por ejemplo, nos quejamos de la burocracia española, pero comparada con la francesa estamos en el siglo XXX, aquí todavía hay sitios donde pagan con cheque bancario. Eso es algo que te da emigrar, que te permite ver esas diferencias».

Hay un cambio de mentalidad evidente en quien ha tenido que aprender a vivir con un idioma distinto y una cultura distinta, pero hay siempre esa pena de estar lejos de casa. «Yo que he viajado mucho siempre digo que Asturias es de los sitios más bonitos para visitar del mundo, no tenemos nada que envidiar, y cada día me reafirmo más», revela.

De momento, se quedan en Francia, por mucho que apetezca el retorno. Tendría que haber muy buenas ofertas laborales para poder hacerlo. «Tengo muy claro que quiero volver, te diría que en la jubilación seguro, pero si sale una muy buena oportunidad en España ¿por qué no?».

Cierto es que viajan con mucha frecuencia a Gijón, de modo que la tierra está cercana siempre. También su gastronomía, que viaja con ellos en coche de Gijón a París, porque, sostiene Juan que la comida francesa no es para tanto. «No se come mal, pero es más mito que realidad a veces. Vamos, que aquí no se come como en Asturias para nada», remata.