M. F. ANTUÑA
GIJÓN.
Domingo, 11 de diciembre 2022, 01:41
A Sara Osuna Granda (Morcín, 1995) le gusta el mundo. Vivirlo y verlo. «Viajar te abre miras, te ayuda a conocer otros puntos de vista, otras culturas, otras personas», afirma esta joven que desde los dieciocho años está de acá para allá. Estudió Traducción e ... Interpretación (con francés y alemán) y Derecho en la Universidad de Salamanca y se especializó en Derecho Internacional y Derecho de la Unión Europea. Y, con el ánimo de afianzar los idiomas, completó su formación en Heidelberg, Bruselas y Normandía.
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Pero, al final, la vida le condujo a Luxemburgo, donde actualmente reside. «Estudié el máster examen de acceso a la abogacía y lo pasé, y, actualmente, soy abogada y trabajo administrando fondos de inversiones en la especialidad de equidad privada en Luxemburgo», relata esta joven que se incorporó a su destino en mitad de la pandemia, en agosto de 2020. «Me ofrecieron una oportunidad de prácticas en un despacho de abogados y terminé encontrando trabajo como abogada», relata.
La vida laboral es intensa pero feliz: «Me gustan las constantes oportunidades de aprendizaje que me ofrece mi trabajo. No siempre se hace lo mismo y la formación es diaria y constante», relata.
En el plano profesional, viento en popa; en el personal, mejor aún si cabe: «No cambiaría mi vida por nada en el mundo», avanza. Y anota sus porqués: «Me casé en Luxemburgo con mi novio de toda la vida, al que conocí en Salamanca con diecinueve años y con el que pasé casi seis de relación a distancia Salamanca-Bruselas. Él es belga y, cuando me vine a vivir aquí, empezó a buscar trabajo y hace dos años que vivimos juntos», resume.
Subraya que «la gente es muy cercana», que Luxemburgo «es un pueblito donde coexisten tres lenguas administrativas de igual jerarquía». Dicho de una manera muy entendible: «Gijón es diez veces más grande». Ese tamaño tan habitable no es la única razón que conduce hacia una buena calidad de vida: «Todo el país está construido en medio de un bosque, por lo que hay muchísimo verde y en diez minutos cruzas la frontera con Francia, Bélgica o Alemania». Le gusta la facilidad para moverse, pero el tráfico, en ocasiones, con la presencia de tantos trabajadores transfronterizos, no lo pone fácil. «A veces esto parece Madrid en hora punta». Y otro contra: la vida es carísima. Y de forma muy especial los alquileres: «No es que sea un sueldo de Asturias, son dos».
Sus padres, la comida casera, el humor asturiano en particular y el español en general, el buen tiempo, las montañas y el olor del mar están entre esas añoranzas que no se van, pese a lo cual tiene claro hacia dónde mira su futuro. «Mi intención siempre fue trabajar fuera. Estudié idiomas con el objetivo de conocer mundo. Volver a Asturias de vacaciones siempre será mi primera opción, pero, para continuar mi vida laboral, Asturias no está en condiciones de ofrecerme lo que yo busco en estos momentos». Y eso que «es el trocito de tierra más guapo del mundo» y está siempre en el corazón. «Desde lejos la veo con mucha añoranza y mucha ternura, pero aquí soy feliz y puedo permitirme vivir con la libertad que Asturias no podría darme».
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