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M. F. ANTUÑA
GIJÓN.
Domingo, 12 de febrero 2023, 01:42
En diciembre llegó a Bangalore, una ciudad india a la vanguardia tecnológica, para jugar en el equipo local y todo ha sido un descubrimiento. «Esto no tiene nada que ver con Europa, es otro mundo», introduce este gijonés de 30 años que no niega que ... algún temor tuvo a una experiencia que está siendo ahora muy enriquecedora. «Tomar la decisión de venir no fue difícil, tenía ganas ya de encontrar un equipo, de jugar al fútbol y tenía que decidir rápido, pero cuando se acerca el momento, te entran los miedos, los primeros días fueron duros, pero aquí hay otro jugador español, Javi, que me ayudó mucho, fue como mi hermano mayor».
Ya se maneja con los 'tuk tuk' y regatea las rupias con garbo, y ahora entiende a la perfección por qué cuando planteó la posibilidad de tener coche alguien le espetó: «¡Pero tú estás loco!». Atinadísimo fue el comentario y no solo porque por razón de la colonización británica circulen por la izquierda: «Es un caos, están todo el día tocando claxón», relata sobre un tráfico que se aliña con la presencia de vacas en la vía pública. Es curioso, dice Pablo, que ese caos no deja estar «controlado», que hay cierta cordura tras esa chifladura india. «Es increíble que no haya visto un accidente todavía».
Vive en una urbanización. Los jugadores de su equipo habitan en el mismo lugar y desde allí van al entrenamiento. Tampoco es que sea una vida muy intensa: «Tengo un día a día muy tranquilo, nos despertamos a las siete y media y a las ocho vamos en autobús a entrenar», introduce exjugador del Sporting, que relata cómo esa urbanización, Lingarajapuram, que así se llama, tiene también una clínica de fisioterapia para sus tratamientos e incluso allí les dan la comida. Y ahí tuerce un poco el gesto: «Comemos todos los días lo mismo, estoy un poco harto», resume y no niega la añoranza de una buena fabada, una buena carne o cualquier plato del Sancho.
No viven en un mundo aparte pese a todo lo narrado antes: «Aquí se va la luz dos veces al día, los apartamentos están bien, pero tampoco es nada lujoso, y sales a la calle y ya estás en plena India, con las vacas por ahí caminando tranquilamente», relata el canterano del Sporting, que no ha tenido aún oportunidad de conocer otros lugares del inmenso y poliédrico país. Ni siquiera con el equipo ha visto mucho, más allá de estadios de fútbol y hoteles.
Lo que sí le gusta del lugar que habita es la temperatura, entre 25 y 30 grados, y con poca humedad. Pero tampoco es que haya un ambiente de locura. De vez en cuando una comida, una cena y una cerveza con su amigo español. Pero todo lo dicho es un aprendizaje vital impagable: «La experiencia es muy buena, y me sirve para practicar el inglés, que lo tenía olvidado, pero sobre todo es que está bien salir de Gijón, de España, ver otras culturas, te enriquece y te hace valorar que en España se vive muy bien».
Es un país pobre, pero también con gente feliz -sostiene Pablo- que añora a la familia, los amigos y a su novia, que todavía no han ido a verle, y que cree que su plan a futuro podría ser seguir recorriendo el mundo jugando al fútbol. «Si no pudiera volver a España en buenas condiciones, me gustaría aprovechar para conocer otros lugares, no me importaría seguir viajando», concluye.
En la India el fútbol no se vive con la intensidad de Europa. Pero sí que son cada vez más los aficionados e incluso algún autógrafo le piden por la calle. Siguen, además, las ligas europeas. «No tienen tradición de fútbol», concluye Pablo Pérez, que sí advierte que los críos cada vez gustan más de disfrutar de su deporte en cualquier lugar.
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