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ANA RANERA
GIJÓN.
Domingo, 27 de junio 2021, 17:41
Estudió periodismo, que ejerció durante varios años en Asturias, pero decidió marcharse hace más de una década a Inglaterra en busca de otros horizontes. Marije Amieva (Arriondas, 1980) consiguió titularse primero y acceder a la docencia después como profesora de español, de Educación ... Infantil y de Educación Especial. Y con «el rubiu» Boris Johnson tiene previsto quedarse de momento. Eso sí: ya cuenta las horas para pasar sus vacaciones de verano, por fin, en Asturias, después de una larga travesía por el desierto aderezada por el 'Brexit' y una pandemia mundial.
«No se puede nadie hacer a la idea de las ganas que tengo que volver», nos cuenta desde casa. Porque estos días está encerrada por el contagio de un contacto estrecho. «Llevo desde noviembre cinco aislamientos por positivos de compañeros de trabajo, otros dos por dos compañeras de piso y dos o tres confinamientos, porque ya perdí la cuenta», relata. Así que suma prácticamente dos años sin apenas salir de casa, por lo que verse en el avión es ya casi como un sueño a punto de hacerse realidad.
Dice que en sus clases de Educación Especial ve «situaciones muy duras», y nota en sus peques que, con cada confinamiento, «pierden capacidades y habilidades que ya habían trabajado». Pero no solo a ellos, a ella también le afecta «la incertidumbre» de tener a sus padres en Arriondas «sabiendo que, si pasase algo, no podría estar cerca de ellos. Eso me cansa psicológicamente».
El principio de la pandemia fue muy frustrante para ella. «Yo empecé a sufrir porque veía lo que pasaba en China, Italia y España, pero aquí se pensaban que no iba a llegar. Nadie hacía caso de nada, no se tomó ninguna precaución». Tanto es así que dejó su trabajo en plena pandemia porque no se sentía segura. «Por suerte, encontré un trabajo enseñando español a adultos y después el puesto en el que estoy ahora». Y es que detecta que el mercado laboral inglés «es mucho más flexible».
Y su objetivo veraniego es Asturias: «Tengo muchas ganas de ver a todo el mundo. Creo que voy a llorar sin parar, me voy a pasar las vacaciones a moco tendido. Yo no soy especialmente afectuosa, pero necesito abrazos, cenas, espichas...». Nunca en la vida había estado tanto tiempo sin ir a Arriondas, así que nada le importa: «Me da igual que no haya romeríes. Me apena que no haya fiestas, pero ahora mismo que se garantice la seguridad de toda la gente a la que quiero. Puedo esperar por el Bollu y por les Piragües. Prefiero la vida a la fiesta, y a la economía, también». Dicho esto, añade: «Espero que todo el sector turístico, tan importante en el Oriente asturiano, reciba todas las ayudas pertinentes para que puedan contrarrestar la caída de ingresos».
Y, después de más de diez años ejerciendo de inglesa, sigue teniendo muy claro algo: «Mi casa es y será siempre Arriondas». Su estancia, aunque no sabe hasta cuando, «es provisional»: «Sigo teniendo tarjeta prepago en el móvil». Y, aunque no busca activamente, confía «en que un día aparezca un buen trabajo en Asturias y pueda volver. Estoy muy agradecida a esta tierra porque me dan oportunidades que mi país me niega, pero no hay mejor sitio en el planeta que Asturias».
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