Antonio Querol Rubiera (Gijón, 1973) lleva ya más de media vida fuera de Asturias. Vivió y trabajó 20 años en el Reino Unido este enfermero que se incorporó al NHS (National Health Service) en 2001. Allí, en su primer hospital, conoció a su mujer, finlandesa, ... que en 2019 le planteó una mudanza a su país tras ofrecerle el HYS (Helsingin yliopistollinen sairaala), el hospital universitario más grande de Finlandia, un puesto de farmacéutica especializada en cáncer. «Con el Brexit no ayudando y después de sopesar pros y contras, nos decidimos a dar el salto, principalmente por la teórica mejora de la calidad de vida y la educación para los críos [tiene dos], aunque yo no me mudé a Finlandia con la familia hasta enero del 2020 ya que mi contrato como enfermero de investigación no acababa hasta entonces», relata.
Publicidad
La vida es otra en el plano laboral: «Es un sistema muy afirmado en los convenios laborales y a pesar de que el país en sí es tirando a conservador políticamente hablando, se le da mucha importancia a estos convenios y a la seguridad social», relata. Para él, el equilibrio entre la vida laboral y familiar es mejor que en Gran Bretaña. Aunque, eso sí, el salario de enfermero era más alto allí.
También se pagan impuestos. Y nadie se escaquea: «Aquí defraudar se ve muy mal y en broma se dice que es más fácil que vayas a la cárcel por no pagar impuestos o defraudar que por cualquier otro crimen», revela el gijonés, a quien le sorprendieron positivamente las ayudas que existen. «En los primeros años en los que no pude trabajar por culpa del idioma, me pagaron una ayuda social mientras aprendía finés. No lo sabía y el primer año no lo solicité porque pensaba que no tenía derecho. Yo tenía todos los títulos de enfermería convalidados, incluido el máster que finalicé en Inglaterra, pero me pedían un nivel B1.1 de finés, que resultó más difícil de lo previsto», señala.
En el país de acogida la educación es gratuita también en la universidad, no solo en Primaria y Secundaria. «Hay planes para que eso cambie un poco, pero a día de hoy sigue siendo así. Y la calidad de la educación es bastante buena, hasta el punto de que no hay casi escuelas privadas ya que nadie las considera necesarias».
Dicho lo dicho, el mayor contra de la vida allí es el idioma. Sin él es «es prácticamente imposible trabajar de lo tuyo». Solo en tareas menos cualificadas es factible. No es Finlandia un país en el que al inmigrante se le mire mal, pero sí advierte Antonio que últimamente está surgiendo ese sentimiento que él ya vivió en el Reino Unido con el Brexit. «No se ve mal la inmigración que viene a trabajar y a ayudar al país, pero ha habido muchos que han venido a aprovecharse del sistema y eso está creando una división muy fuerte de opiniones», dice. Y de ahí el resurgir de partidos de ideología anti migratoria.
Publicidad
Es social. Es español. Y aquí sí advierte un cambio. «Siempre he tenido pocos problemas para crear un círculo de amistades y de vida social, pero en cambio en Finlandia es más complicado por la forma de ser de los finlandeses. Son muy reservados y aprecian su intimidad y derecho a no ser molestados innecesariamente por extraños». Cuesta, pero hay premio: «Una vez que ganas su confianza son tan simpáticos y divertidos como el que más», dice sobre ellos y añade que pueden parecer muy directos. Son así. No existe «por favor» en finés.
Para una familia con hijos es un lugar ideal porque son múltiples las actividades de naturaleza y para ellos. Es, además, un país muy seguro: «Los niños van al colegio solos tanto de día como de noche. Eso fue uno de los determinantes para que nos viniésemos». Pero hace frío: «Es una cuestión de capas, si hace más de -10C, te pones un base layer térmico debajo de los vaqueros y a correr, o si vas a andar por el bosque o demás, unos pantalones de esquiar». Y, anécdota verídica vivida en casa de la suegra: si llegas con unos langostinos en lugar de meterlos en el congelador los dejas en el balcón. «Siempre bromeo con que cuando queremos calentar la casa, abrimos la puerta del congelador».
Publicidad
A la falta de luz ya se había acostumbrado en Inglaterra este enfermero de quirófanos abrumado por la belleza natural de un país que sus habitantes cuidan con mimo. «Se ve muy poca basura en el suelo y la gente es muy consciente del respeto al medio ambiente», explica. Pero hay más: la inmensidad de Laponia, auroras boreales, bosques interminables, lagos inmensos.
Mira a Asturias con añoranza inmensa: «La llevo muy dentro de mí». Está al día de la actualidad, sabe cómo va el Sporting y hasta ve los partidos si puede. La sidra, la comida, los amigos, la vida social se echan en falta. Claro que la experiencia de emigrar le ha dado otros aprendizajes impagables: «Te da otras miras, cambia tu perspectiva, te abre los ojos y te enriquece como persona».
3 meses por solo 1€/mes
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión
Te puede interesar
Publicidad
Utilizamos “cookies” propias y de terceros para elaborar información estadística y mostrarle publicidad, contenidos y servicios personalizados a través del análisis de su navegación.
Si continúa navegando acepta su uso. ¿Permites el uso de tus datos privados de navegación en este sitio web?. Más información y cambio de configuración.