M. F. ANTUÑA
GIJÓN.
Domingo, 27 de marzo 2022, 13:25
Jaime Berros Cardalda (Oviedo, 1995) sabe desde muy joven lo que es vivir fuera de España. Dejó el colegio San Ignacio de Oviedo para formarse un año en Inglaterra y otro en EE UU antes de estudiar Ingeniería de Tecnologías Industriales en la Escuela Politécnica ... de Gijón y hacer después un máster en Madrid. «Durante el segundo año allí tuve la oportunidad de formar parte de un programa de prácticas internacionales ofrecido por la universidad, a través del cual encontré trabajo en Procter & Gamble en Ginebra, donde llevo ya los últimos dos años», relata.
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Fue en el verano de 2019 cuando formó parte de un curso de verano que la empresa francesa Veolia impartía en su campus de París. De ahí, se fue a Annecy, un pueblo de la región de Ródano-Alpes en el sur de Francia, para mejorar su francés. Y ese paisaje condicionó su futuro. Se enamoró del lugar. «Cuando volví a Madrid y tuve que ponerme a buscar destinos para mis prácticas, presté especial atención a trabajos ofrecidos en esa región. Por ello, cuando di con la opción de Procter & Gamble en Ginebra, me pareció muy buena». Llegó a Suiza en febrero de 2020.
Está contento. Sabe que en Asturias las cosas no serían como allí. «El mayor pro es la cantidad de empresas punteras con sedes en las diferentes ciudades importantes europeas, a muchas de las cuales probablemente no podría optar quedándome en Asturias», resume. No niega tampoco que el trabajo exterior es una manera de desarrollo: «El hecho de conocer otras culturas, a gente de diferentes orígenes y otras maneras de trabajar te ayuda a formarte no solo a nivel personal sino también profesional», apunta. Y las empresas lo valoran tanto como el hecho de que quienes lo hacen abandonan su zona de confort y se prueban a sí mismos. Aunque tiene sus lados no malos pero sí complicados la experiencia. Empezando por el idioma. «Es difícil llegar a comunicarse en otros idiomas tan bien como lo hacemos en nuestra lengua materna».
En lo personal, vive en un ambiente multicultural y, por tanto, enriquecedor al máximo. «Una vez vives fuera, te sientes con menos ataduras que si vivieses en casa, y esto incita a organizar viajes, conocer sitios nuevos», anota. Y añade que «incluso en el día a día te vas empapando de las costumbres locales e, inconscientemente, vas aumentado tu conocimiento cultural». Claro que la familia está lejos. Y se añora, aunque vuelve a casa siempre que puede.
Suiza es un paraíso de los estereotipos. ¿Se ajustan a la verdad? «Algunos son relativamente ciertos. A diferencia de España, la gente suiza tal vez sea algo más seria y reservada». Y enfoca hacia el asunto de los horarios y la vida social: «La hora de comer es a mediodía, y la de cenar, no más tarde de las ocho de la tarde. También, como se podría esperar, hay mucho menos ambiente por la calle que en cualquier ciudad española, sobre todo entre semana», dice. Hay otras confirmaciones a los clichés: «La puntualidad, el buen funcionamiento del país a nivel servicios públicos, la burocracia, el cumplimiento de las normas, el gusto por los deportes de montaña, sobre todo el esquí... Y cómo no, la fondue, que es sin duda la comida más típica del país».
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El futuro, por el momento, seguirá siendo suizo. «Me encantaría poder volver a Asturias llegado el momento, pero es cierto que no me lo planteo a corto plazo». Además, le gusta Ginebra, una ciudad que es grande y pequeña al tiempo. Y otro punto a favor: ha pasado por la pandemia con menos restricciones. «Realmente se ha llevado mucho mejor que en otros países».
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