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Quique Ortea, con el puente de Taavi, al fondo. E. C.
«Finlandia es eficiencia pura y dura»

«Finlandia es eficiencia pura y dura»

«Vi una aurora boreal desde la terraza de mi casa al mes de estar aquí. Es impresionante» El poleso Quique Ortea trabaja desde agosto como ingeniero químico en Pori

M. F. ANTUÑA

GIJÓN.

Sábado, 4 de enero 2020, 03:25

Hace frío, sí, falta luz, pero Finlandia es un paraíso y un lugar en el que merece la pena trabajar y vivir. Lo sabe bien Enrique Ortea, poleso de 1971, ingeniero químico con una amplia trayectoria que desde el mes de agosto vive en Pori, una localidad de 80.000 habitantes a tres horas y media en coche de Helsinki. Experto en temas relacionados con la extracción de zinc y acostumbrado a trabajar en proyectos internacionales -India, Brasil, Perú, EE UU, Canadá...-, después de varios años en Madrid decidió dar un cambio radical. A través de Linkedin dio con Outotec, una de las empresas más importantes de su sector, en enero comenzaron a hablar y en verano ya estaba allí.

«Esto es muy diferente, nunca había estado tan al norte, pero es Europa y eso facilita mucho las cosas», explica Quique, que no niega que el clima tiene su aquel y que el proceso de adaptación hay que pasarlo. Si bien las casas están perfectamente acondicionadas, el frío exterior aprieta. Las ruedas de los coches se cambian y el vestidor se calienta: «Pregunté y creo que ya estoy preparado para el frío que vendrá, con temperaturas de hasta 20 bajo cero, básicamente hace falta usar calzoncillos largos, tal cual, a ser posible de lana merina, y luego un pantalón contra el viento», explica. Él, obvio es, sufre más que los locales: «A los finladeses no les molesta tanto el frío como que llueva, y si no llueve se echa todo el mundo a la calle, yo voy con 14 capas y me encuentro con gente sin gorro». Son formas distintas de vivir. Un día, camino del centro tecnológico donde trabaja con el termómetro marcando cero grados y empezando a nevar, se encontró con una chica sentada en un banco con un pecho fuera dando de mamar.

Otra cultura. Tiene sauna en su piso, como la hay en todas partes - «para ellos es un sitio de calma, de relajación»- y la luz en estos meses de invierno es tan escasa que es necesario tomar vitamina D. Luego llegarán las noches blancas. También es cierto que la belleza a veces es desbordante. «Vi una aurora boreal desde la terraza de mi casa al mes de estar aquí. Fue impresionante».

Pese a todo hay mucha calidez en la vida cotidiana. «Son reservados pero encantadores y tremendamente amables, con muchísimas ganas de ayudar», apunta Quique, que se afana en aprender el endiablado idioma finlandés. Asegura que en el trabajo no solo hay un gran respeto profesional sino que todo han sido facilidades para él, por lo que no se merecen los finlandeses la fama de fríos. Si es cierto que mantienen las distancias, pero nada más. La vida social no es la española, porque además todo es muchísimo más caro: una copa de vino 14 euros, una cerveza, seis o siete. «Hay una cosa curiosa, son tremendamente educados, callados y silenciosos, pero si beben hablan altísimo, mucho más alto que nosotros», apunta.

Pero si algo le gusta de Finlandia es su capacidad de resolución. «Son tremendamente efectivos», afirma. Y se explica: «En cuanto a trámites, yo en una mañana solucioné todo, me di de alta en la seguridad social, en hacienda y me abrí una cuenta bancaria». Cualquier problema se solventa por teléfono es un pis pas.

Lo mismo ocurre en el plano laboral. Se cumplen los horarios, pero dentro del horario se trabaja a tope. «Son eficiencia pura y dura, aquí las reuniones duran media hora y se solucionan cosas, yo llevó un ritmo que nunca llevé». Ver que no fallan, que todo funciona como un reloj suizo, le gusta y le impone: «También es algo que te da miedo, pero al tiempo te envuelve». Él ya paga sus impuestos -muchos- en el país en el que, por ejemplo, las multas de tráfico van acordes con los ingresos del infractor.

Sigue sorprendiéndose día a día Quique, que no tiene ningún plan de vuelta, de lo que le rodea. Y eso que echa en falta la comida y su maleta rumbo a Finlandia va hasta arriba de conservas, jamón, embutido y fabes.

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