M. F. ANTUÑA
GIJÓN.
Domingo, 21 de febrero 2021, 01:58
2019 fue para Guzmán Fernández (Salas, 1992) un año de descubrimientos. Se dedicó a viajar por Europa, vivió en Sicilia, Irlanda, Berlín, Hamburgo... Y Estonia: «Siempre había tenido interés en conocer esta pequeña república báltica debido a su historia, el increíble casco antiguo de ... Tallin, y también a que es un país puntero en las nuevas tecnologías», introduce. El plan era quedarse un mes, pero al final fueron seis: «Me encantó desde el minuto uno y al poco empecé a tener amigos estonios y rusos, me integré con mucha facilidad y de ahí empecé a estudiar el mercado laboral estonio y su apuesta firme y clara por las nuevas tecnologías», relata. Así empezó todo. Cierto es que siguió viajando, pero a principios de 2020 acabó volviendo para trabajar. Graduado en Derecho y máster por la Universidad de Oviedo, halló en el Báltico un mundo de oportunidades: «El último año he estado trabajando en una 'startup' dedicada a la concesión de micro-prestamos a través de una app para el móvil en un total de siete países europeos, uno de ellos España», revela. Pero ya ha cambiado de empleo y ahora trabaja en «un banco finés en el departamento de prevención de la delincuencia financiera», en el que ejerce como especialista en prevención de blanqueo de capitales y tramitación de sanciones.
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Está contento. Estonia, que declaró el acceso a internet como un derecho universal en 2002 y que en 2005 celebró las primeras elecciones con voto electrónico, es una de las sociedades digitales más avanzadas del mundo. «Solo bodas, divorcios y transacciones inmobiliarias requieren presencia física, todo lo demás se puede hacer 'online'. Incluso abrir una empresa, y te lleva apenas diez minutos», afirma para situar su lugar de vida en el mundo. «Debido a su economía expansionista, su principal y más destacado objetivo es atraer talento que aporte al crecimiento y desarrollo de la región junto con una fiscalidad completamente baja. Si la empresa reinvierte los beneficios obtenidos, no paga el impuesto de sociedades y, en caso de que decida repartir los dividendos, abona un máximo del 20%». Todo ello ha convertido al país en el Silicon Valley del Báltico. «Es el país del mundo con más 'startups' por habitante, y trabajar en una suele ser algo muy enriquecedor porque somos muchas nacionalidades mezcladas de todo el mundo y aprendemos otros puntos de vista de trabajo, de otros sistemas educativos, etcétera, bajo un total clima de tolerancia y compañerismo. Es, sin duda, una gran aventura laboral». Otro de los pros: un sistema educativo público de una enorme calidad. Y, en el capítulo de contras, que todas las nóminas tributan igual y los sueldos no son precisamente altos.
Pero, más allá de lo laboral, está lo personal. «Tengo la sensación de estar en un país seguro, sin ningún conflicto interno y con una economía estable y fuerte, lo que me revierte en estabilidad personal», afirma. Dicho todo lo dicho: «Es un país que te encanta o te encanta». O sea, que se queda: «No me planteo moverme. Siento que Estonia es un refugio laboral y personal». Eso sí, le faltan la familia, los amigos, los carajitos del profesor, el café con las abuelas y los paseos hasta el Viso.
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