Paula Vicente Cortés (1995), gijonesa del barrio de Pumarín, cursó dos años de Derecho en San Sebastián y tras ver que aquello no era lo suyo se fue al Reino Unido un año para perfeccionar su inglés. Allí se decidió a iniciar la carrera de Gestión de Negocios Internacionales y un Master MBA. Actualmente trabaja en la sede londinense de Banco Santander, la empresa que la 'captó' al completar sus estudios y resume su experiencia allí con una frase contundente: «Vine con 20 años, tengo 29, mi edad adulta la he pasado aquí y no era consciente de lo 'inglesa' que era hasta que me fui de España. Tanto personalmente como profesionalmente».
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La asturiana explica que «aquí las empresas guardan un número de puestos para gente que se acaba de formar en la universidad, son los 'graduate scheme' (programas de graduados) y Banco Santander me ofreció uno de ellos de dos años para rotar en diferentes ámbitos de la compañía. Ahora estoy a punto de acabar y ya puedo elegir puesto fijo para quedarme». Para acceder al programa hubo de pasar por un intenso proceso de selección del que, en su caso, desvela: «Entramos 15 personas de diferentes universidades». Durante este tiempo optó a una rotación internacional en Madrid para valorar si quería volver a España o seguir en Londres. Se decantó por la segunda opción, al entender que era la que más le convenía por condiciones laborales y posibilidad de progresar en la empresa: «Algo que no me ofrecía claramente la opción española». Aún así guarda un grato recuerdo de su estancia en Madrid.
Por lo que se refiere al contraste de ambas realidades, la gijonesa señala el tiempo de ocio: «En Madrid, aunque trabajaba más horas, la gente tenía más ganas de salir y hacer planes. Es más barato que Londres y aquí es difícil hacer planes que no te quemen todo el dinero de un mes». También ve diferencias «en la forma de comunicarnos o relacionarnos, los españoles vamos al grano y aquí eso puede ser inadecuado». Por lo demás, se siente «cómoda y muy contenta», pese a que Londres «es una ciudad fría, sin buenas amistades resulta duro». Ella las ha ido forjando y entre ellas hay tanto compatriotas como británicas. En la empresa, pese a ser española, la mayoría de sus compañeros son nativos y todos sus jefes.
En cuanto al clima, apunta que «es similar al de Asturias; de hecho, al volver de las últimas vacaciones, en la oficina me decían que venía muy blanca». La comida tampoco ha sido un trauma: «En cocina internacional Londres ofrece la mejor del mundo, en la autóctona no hay color con España y cuando vuelvo a Gijón me presta mucho una fabada». Echa en falta a la familia, pero «estamos bien comunicados, hora y media de vuelo y más barato a veces que a Madrid», zanja.
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