ANA RANERA
GIJÓN.
Domingo, 17 de abril 2022, 02:15
Han pasado ya doce años desde que Cristina Pendás (Barredo, Ribadesella, 1992) salió de Asturias para ir trazando el camino con el que siempre había soñado. Primero, se fue a estudiar a Santander para convertirse en ingeniera de caminos y, posteriormente, a Madrid, para arrancar ... su andadura laboral. Fue allí, en la capital, donde le ofrecieron la oportunidad de marcharse durante un año a vivir a Plano, una ciudad que está a media hora de Dallas y que es «una zona financiera y de centros comerciales», según explica.
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Para lograr instalarse allí, esta riosellana vivió «tres meses muy duros de exámenes» que culminaron el 9 de marzo de 2020. «Ese día me dijeron que me iba a Estados Unidos. Fue justo antes de que nos confinaran, con lo cual se fue posponiendo todo hasta enero de este año», rememora. Por eso, ella todavía se está adaptando a la vida al otro lado del charco, que poco se parece a la asturiana. «Acostumbrarse es duro al principio, porque las cosas son muy distintas», cuenta. «Como solo vine para un año, yo no tengo coche y aquí la gente no camina nunca, así que, cuando yo lo hago, me quedo de repente sin aceras», se ríe. «A mí me gusta andar y depender de un vehículo se me hace complicado», confiesa.
Aunque lo que se le hace más raro son los horarios que siguen en Dallas: les falta la vida de nuestras calles y, sobre todo, de nuestras terrazas. «El horario de trabajo es bastante similar al español porque estoy desde las ocho de la mañana hasta las cinco de la tarde, pero lo de las comidas no tiene nada que ver», señala. «El primer día, me vino a buscar mi jefe para comer y eran las 11.30 horas», sigue contando entre risas. «Madrugan mucho y hacen la vida antes de entrar a trabajar. A las seis de la mañana, ya están abiertos todos los supermercados», añade impactada.
Esos madrugones hacen que la vida vespertina brille por su ausencia. «Si quedan para ir a tomar algo, es a las cuatro de la tarde porque a las siete ya están todos en sus casas», se lamenta. «Lo que más echo de menos es poder ir a tomar unas cañas después del trabajo, esa cultura que tenemos en nuestro país de reunirnos en torno a la mesa».
Esta vida tan diferente incrementa la nostalgia. «Me tira España y, si no, el ambiente europeo, que tiene más vida que el estadounidense», afirma. Y eso que sabe que quizá en otros sitios del país la rutina no sea tan peculiar como en Texas. «En Austin o en San Antonio no tiene nada que ver», apunta. Lo sabe porque, si algo tiene bueno vivir en Dallas, es todo lo que le está permitiendo viajar. «Estoy aprovechando para conocer muchos sitios. De hecho, este fin de semana estuve en El Paso», lanza. A Pendás todavía le quedan ocho meses de recorrer Estados Unidos y descubrir esas costumbres que hacen que, a ratos, parezca un país de ciencia ficción.
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