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Dice Daniel Sandoval (Gijón, 1998) que, cuando juega a fútbol en Polonia, los pies se le quedan «como cubitos de hielo». Por mucho que corra le resulta imposible plantar cara al frío de Cracovia, aunque muy mal no lo debe estar haciendo porque su equipo, el Wieczysta, va segundo de la segunda división polaca y ya están a punto de terminar la temporada.
«Aquí el calendario es distinto al de España por el clima. Nos quedamos de vacaciones del 13 de diciembre al 13 de enero porque nieva tanto en esas fechas que no podemos jugar partidos, así que la pretemporada empieza en marzo», explica y aclara que allí no viven el fútbol con la misma intensidad con la que se vive en los campos de España. «No hay tanta afición. Viene gente a vernos, pero no se llena el estadio como se llenan El Molinón o el Carlos Tartiere cualquier fin de semana».
Quizá esa falta de público sea culpa de ese frío helador, que también hace a Daniel contar los días para hacer la maleta y regresar a las temperaturas suaves de Asturias y a una Navidad en la que los dedos no se quedan morados. «Tengo unas ganas tremendas», confiesa y reconoce que, más que por huir del frío, le apetece volver a casa por hablar en español. «Yo llegué hablando lo justo de inglés, así que siempre les digo a mis amigos que, cuando me vean, no me voy a callar», bromea.
Tienes ganas de charlas y de socializar porque los polacos, cuando terminan de entrenar, «se van directos para su casa. Es una sociedad más cerrada, no hablan con todo el mundo como hacemos los españoles». En esa decisión influye, por supuesto, la luz, ya que «a las tres y media de la tarde ya es de noche, los días son muy cortos». Todo cierra antes y todo invita a refugiarse dentro del hogar, aunque a Sandoval no le queda más remedio que salir a pasear porque vive con su perro y «quieras que no, te obliga».
También comparte equipo «con otros cuatro españoles» que dan vidilla al día a día, en una ciudad «en la que hay planes todos los días porque se parece mucho a Madrid», explica. «Hay muchos turistas y hay muchos sitios para visitar. Hay mogollón de restaurantes y discotecas que también están muy bien y hay muchos universitarios».
Eso sí: por esos lares, la juerga no se alarga hasta el amanecer como en España, sino que se recogen antes porque todo lo hacen antes. «Comen a las doce de la mañana y a las siete ya están todos cenando. Si vas a las nueve y media a pedir mesa como harías en España, te dicen que en quince minutos ya cierran la cocina».
Es una sociedad muy diferente a la nuestra y un país que hace frontera con Ucrania, un hecho que no influye en el día a día de sus habitantes. «Vas por la calle y no notas para nada que estés al lado de Ucrania», indica. «Es verdad que ahora mismo hay muchísimos ucranianos viviendo aquí, pero la vida es totalmente normal, como en España», reconoce, sorprendido. «Parece que la guerra está a mil kilómetros y, en realidad, está aquí al lado», se lamenta.
Es una ciudad intensa y tranquila que a Sandoval le está gustando porque además el Wieczysta es un equipo muy diferente al Real Oviedo, el Levante, el Logroñés y el Mérida, donde jugó con anterioridad.
De momento le toca acabar esta temporada con el mejor resultado posible y disfrutar de la Navidad en Gijón y en familia, para celebrar los resultados y derretir los cubitos de hielo que ya tiene por pies.
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