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ANA RANERA
GIJÓN.
Domingo, 10 de octubre 2021, 01:40
«Cuando estaba estudiando la carrera, yo me imaginaba impartiendo clases en la Escuela Oficial de Idiomas de Avilés. No veía más allá», recuerda ahora, desde Mánchester, Julio Villa-García (Avilés, 1982). Poco le duró ese pensamiento porque en quinto curso de Filología Inglesa se fue de Erasmus a Canterbury y, a los tres días, tuvo una revelación. «Llamé a mi padre y le dije que tenía la sensación de que no iba a volver», rememora. Aquel chaval no se equivocaba, han pasado diecisiete años desde aquella conversación y le ha dado tiempo a vivir en Washington, en Essex, en Connecticut, en Filadelfia y, estos últimos seis años, en Mánchester.
«Soy profesor titular de Lingüística de la Universidad de Mánchester», explica. «Imparto clases de Sintaxis Avanzada del Inglés, de Introducción a la Teoría Gramatical, de Métodos de Investigación y de Lingüística Española», relata. El resto de su tiempo en este centro de estudios puntero -el 27 del mundo- lo dedica a la investigación, un ámbito que mantiene viva la llama de su vocación.
Aparte de su labor docente, el avilesino ejerce de nexo de unión entre la universidad y el Instituto Cervantes, con el que colabora muy activamente. «Imparto conferencias y coordino el ciclo de bilingüismo», señala. «Mucha gente no sabe que esta institución no tiene solo que ver con el castellano, aglutina todas las lenguas de España y sus culturas», indica. «Si quieres, puedes estar en Reino Unido aprendiendo catalán», apunta.
A más de uno le apetecerá seguro porque Mánchester es una ciudad «abierta, cosmopolita y liberal, en la que nadie te mira por la calle, hagas lo que hagas», asegura. «Aquí la gente convive, aunque entre nosotros seamos muy distintos, hay armonía», añade. Eso ocurre en un entorno que no pierde de vista su pasado fabril. «Tiene un toque industrial, hay muchos edificios reconvertidos en mercados, en viviendas y en tiendas de ropa vintage», explica. Pero, sobre todo, es una ciudad vital que, aunque durante la pandemia estuvo apagada, «ya la veo revivida», opina Villa-García.
La parte negativa es que últimamente y por culpa del 'Brexit' hay algunas carencias. «Falta mano de obra y eso hace que haya problemas de abastecimiento», señala. «El otro día vi huevos en el supermercado y me abalancé», bromea.
Después de tanto periplo por el mapa, Julio sigue queriendo ver mundo. «Mi sueño sería que me dijeran que voy a estar dos años trabajando en Oviedo, dos en Hong Kong, dos en Nueva York, dos en Sídney, dos en Buenos Aires y dos más en Manchester antes de jubilarme», cuenta. Estas ansias de volar no son incompatibles con sus raíces, enterradas en Avilés, donde tiene un piso centenario en Galiana, pero reconoce que «una vez expandes la zona de confort, cuesta ir para atrás». A las alas de este filólogo ya no les vale cualquier cielo.
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