Miguel Robles (Gijón, 26 años) llegó a Inglaterra en 2016 para estudiar Ciencias Medioambientales en la Universidad de Southampton y, finalizado el máster, en 2019, decidió quedarse para buscar empleo. Se mudó entonces a Bristol, la ciudad en la que reside actualmente este biólogo ecologista ... que se dedica a realizar estudios de impacto medioambiental y está especializado en especies y hábitats protegidos. Requiere su oficio mucho trabajo de campo. Y él está contento: «En lo que se refiere a las leyes de protección del medio ambiente, Inglaterra nos lleva muchísima ventaja con unas pautas mucho más robustas, proactivas y progresistas», apunta. Y se reitera de una manera aún más contundente y expresiva: «Por desgracia, mi trabajo prácticamente no existe en España hoy en día».
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Su vida profesional y personal se entremezclan, se cruzan, puesto que su tiempo libre lo dedica a colaborar con distintos grupos de voluntariado. «Estoy involucrado en varios proyectos de conservación enfocados a la protección y el estudio de las distintas especies de aves rapaces y de murciélagos que viven en la zona. También colaboro como mentor para 'The Wave Project', un programa que emplea clases de surf como terapia para ayudar a niños con discapacidades y problemas de salud mental», relata. No se aburre, porque su tiempo libre, que es poco, lo emplea en escalar y surfear con amigos. «En Bristol tenemos la suerte de tener cantidad de sitios para escalar al aire libre sin tener que salir de la ciudad, además de estar relativamente cerca del mar y tener una piscina de olas artificiales. Todo eso atrae a mucha gente con los mismos intereses que yo a vivir en esta ciudad, por lo que hacer buenos amigos no ha sido difícil».
Con amigos la vida siempre es más grata, por mucho que Asturias sea una añoranza todos los días. «Tener la mar y el monte a la puerta de casa, la familia, ir de sidras, los amigos, los platos del abuelo» son ausencias sin relevo. Pero la distancia, la experiencia de emigrar, siempre aporta, por mucho que, pese a su juventud, Miguel tenga ya muchas millas en el cuerpo. Hace ya años que vive lejos de Gijón. Indonesia y Estados Unidos fueron destinos previos para este joven. «Vivir fuera me ha enseñado mucho, y me siento un gran privilegiado de poder haber vivido, convivido y aprendido de tantísima gente y tantos sitios y experiencias a tan temprana edad».
Ahora su lugar es la Gran Bretaña que ya hace tiempo que dejó la Unión Europea, un asunto que no le ha afectado. «Afortunadamente al haber estudiado mi carrera aquí y llevar ya unos cuantos años viviendo, tuve la oportunidad de solicitar los papeles de asentamiento y mantener mis derechos como residente, pero hay mucha gente que no tuvo esa suerte. Aunque aquí no les guste admitirlo o quieran pasar página, sin duda el país se ha visto muy perjudicado por la decisión de salirse de la Unión Europea», asegura. Y apunta después aspectos cotidianos en los que el Brexit deja huella: «Se nota en las cosas del día a día, como en el precio de todo o cuando te toca esperar horas en el médico por la falta tan grande que tienen de personal. Pero también se nota en todas las trabas que se han puesto tanto a los ingleses que quieren buscarse la vida en Europa como a los europeos que quieren vivir aquí, con todo lo que eso conlleva a nivel de la vida, las relaciones, los estudios o las carreras de la gente. Lo mires por donde lo mires es un drama en el que nadie ha salido ganando», concluye.
La distancia y el conocer otros lugares le ha permitido también ser consciente del paraíso asturiano. «Me siento realmente afortunado y orgulloso de ser asturiano, y cada vez se me hace más raro no estar en la tierrina», dice. Y explica las razones: «Si lo que más te gusta es la naturaleza y los deportes de aventura, realmente no hay ningún otro lugar en el mundo como Asturias, poder esquiar y surfear en el mismo día, o escuchar lobos por la noche de acampada, es algo que a los ingleses les suena a cuento. Es algo que creo que aprendes a apreciar mucho más una vez que estás fuera de casa», dice. Eso sí, aprendida la lección ya no se olvida, de modo que llegados a este punto, Miguel no descarta retornar algún día. Es más, cree que un buen plan podría ser pasar los veranos trabajando en Bristol y los inviernos buscando proyectos en Asturias. «También es verdad que el mundo es muy grande y que me queda mucho por ver. Asturias siempre será mi casa y tengo claro que en algún momento es donde quiero asentarme, pero no sé muy bien cuándo».
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