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Encuentro del presidente del Principado de Asturias con la Redacción de EL COMERCIO
Marta Fuertes, durante una clase en el instituto en el que da clases de español. E. C.
«Boston tiene un sabor distinto»
Asturianos en la diáspora

«Boston tiene un sabor distinto»

Marta Fuertes llegó a Massachussetts en 2008. Allí imparte clases de español en un instituto

M. F. ANTUÑA

GIJÓN.

Domingo, 21 de marzo 2021, 01:50

Un buen trajín vital arrastra Marta Fuertes Rodríguez (Oviedo, 1979), que estudió en la Universidad de Oviedo Historia del Arte y Arqueología, que ya en Asturias conoció al estadounidense que hoy es su pareja, que se formó después para dar clases de español para extranjeros, que pasó por Salamanca, que emigró a Gran Bretaña y trabajó de arqueóloga y que finalmente hizo el petate y su fue a Boston. Allí vive desde 2008 y allí da clases de español en un instituto de esos de las películas con sus taquillas, sus pasillos y sus bailes de graduación.

«Siempre hemos estado en Massachusetts. Veníamos para dos años, decíamos que esta no era la parada definitiva, pero al final encontramos trabajo los dos, la situación se estabilizó, aquí tenemos una casa, un neno, y la vida nos hizo establecernos».

Año y medio hace que no viaja a España esta maestra del instituto de Brookline, un distrito al lado de Boston, aunque ella en realidad vive en el Somerville, muy cerca de Cambridge y Harvard. Formada en Oviedo en el Cerdeño y el Fleming, advierte con claridad las diferencias de sistema educativo: «Son muy distintos. Me parece que en España hay que especializarse muy temprano y eso es un handicap enorme para muchos estudiantes que no saben qué hacer con su vida, y porque luego se generan lagunas de conocimiento tremendas», anota. Piensa que está bien mantener asignaturas de ciencias y humanidades para todos, como sucede allí incluso en la universidad. «Yo creo que eso te ayuda a explorar posibilidades». Hay otro elemento que la convence del modelo educativo americano: «La manera en que aprendemos a vomitar datos en España tampoco creo que sea motivadora. Hay que motivar la lógica y el pensamiento crítico y aquí es más frecuente».

Celebra que el país sea una meritocracia real, en la que el trabajo es la única arma que funciona, pero aún así no ve claro que exista el sueño americano. «Lo consigue quien viene de una base de privilegio. Los que vienen de abajo tienen que sufrir muchísimo maltrato, racismo, discriminación», revela. Lo sabe bien Marta, que trabajó de voluntaria durante el confinamiento para el banco de alimentos local y conoció realidades brutales y abrumadoras.

La cercanía a los grandes campus del estado la hace conocedora de la situación de numerosos españoles emigrados. Y ese lamento la acompaña: «Conozco a tantos científicos de unos niveles que deberíamos estar poniéndoles la alfombra roja, y eso quiere decir que de la universidad española salen preparados, pero allí se les frena y la única alternativa es salir».

Ya está vacunada Marta, que vivió el principio de la pandemia con «la intensidad e incertidumbre» de todos, y ahora con más tranquilidad. Eso sí: tiene ganas de viajar a España. Echa de menos en EE UU «la algarabía familiar», la conexión con el origen. Pero, pese a las añoranzas, se queda allí: «Nos gustaría volver, pero, de momento, dada la situación en que está España, ¿qué posibilidades habría? A no ser que hagamos un cambio radical de planteamiento y nos vayamos a vivir a Cabranes». Además, Boston siempre es un buen plan: «Es una ciudad guapa, es como ir a Inglaterra, con un sabor distinto, con arquitectura colonial y con las universidades sólidas y antiguas. Todo ello genera una estética y una cultura muy especial».

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