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M. F. ANTUÑA
GIJÓN.
Domingo, 4 de septiembre 2022, 01:33
Dos colores: el azul y el verde. Eso añora de Asturias Olaya Alonso López (Gijón, 1996), que vive en Bélgica feliz y contenta, pese a que el país tiene para ella un tono gris. Estudió Historia del Arte en la Universidad de Oviedo, hizo un ... año de Arte Dramático en Madrid, optó después por cursar un máster de gestión cultural en Girona con el ánimo de irse a Barcelona, pero llegó la pandemia y no le quedó otra que retornar a Gijón y, finalmente, el destino la condujo a Bélgica.
Se deja llevar por la vida esta chica que no se pone límites y se apunta a un bombardeo. Y, con el máster acabado 'online' y sin muchas perspectivas de trabajo, se decantó por apuntarse a un programa de voluntariado europeo que la llevó a Destelheide, una organización cultural belga que ofrece un sinfín de actividades para jóvenes y artistas, que lo mismo programa exposiciones que teatro, que se abre a las artes plásticas y a la música. Llegó más tarde de lo previsto también por razones pandémicas en marzo de 2021 y, finalizada la experiencia, se puso a buscar trabajo en neerlandés sin demasiado éxito. «Hablaba un poco, así que me dije 'vamos a probar', pero, claro, me decían 'nos gustas mucho, pero es que no hablas neerlandés', así que pensé que mejor buscar algo en inglés». Eso hizo: «Me apunté a unas prácticas en el Parlamento Europeo de diseño gráfico, que en mi vida. No me preguntes por qué, pero me cogieron». En esas anda ahora, en el departamento de Comunicación, trabajando en distintas publicaciones. Y en Bruselas está su oficina diaria, aunque su casa está en Amberes. ¿La razón? «Importé a un amigo de Gijón este verano e hice un trato: el que mi primero encuentre trabajo elige dónde vivir». Y tocó quedarse en Amberes y coger el tren hora y media todos los días para ir hasta Bruselas, que en su primera etapa en Bélgica le quedaba bastante más cerca pues vivía en Dworp, a unos diez minutos de la urbe.
«Yo soy como un yogur, siempre con fecha de caducidad», bromea Olaya, que tiene trabajo hasta septiembre, pero su plan es buscar otro empleo. Algo ha mejorado con el neerlandés, pero, si no es en esa lengua, en inglés habrá posibilidades. «El trabajo es aquí la diferencia, hay mucho, necesitan gente, pagan bien, tienes días de descanso, nadie trabaja después de las seis salvo en los bares, si tienes una queja puedes decirla, los debates son constructivos», resume. En el plano laboral, todo es más fácil: «Aquí te integran muy bien en el trabajo y los chavales salen de la universidad con empleo», explica. Añade que los españoles se valoran bien porque están muy bien formados.
Añora a sus amigos y la diferente manera de vivir la vida acá y allá. «La forma de ser es distinta, todavía conseguí que se riese por primera vez mi compañero belga el otro día después de cuatro meses», explica. Le cuesta hablar bajito, no entiende que la diversión se quede en las cervezas y no incluya el baile...
No tiene ni idea de qué le deparará el futuro y dice que todos los planes le salen rana, así que prefiere no hacerlos. Pero, de momento, no hay vuelta a casa: «A corto plazo, me quedo aquí. Me gustaría volver a Asturias, pero cuando haya ganado más experiencia, más currículo».
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