ANA RANERA
GIJÓN.
Domingo, 20 de febrero 2022, 01:26
Jessica Peláez (Gijón, 1982) llevaba catorce años trabajando como peluquera cuando decidió que su vida necesitaba un cambio. En 2017, en su mente, sonó un clic que la llevó a pensar un contundente: «Si no es ahora, ¿cuándo?». Y, con esas y sin darle demasiadas ... vueltas, hizo las maletas junto a su marido -también asturiano- y sus tres gatos y se instaló en Byron Bay (Australia). «En la peluquería, me sentía atrapada, haciendo lo mismo todos los días», confiesa. «La decisión fue una locura. Nos casamos, lo preparamos todo y nos fuimos del Principado atropelladamente», rememora. «Lo único que hicimos con calma fue lo de los gatos, porque aquí protegen mucho la biodiversidad, así que incluso tuvieron que hacer una cuarentena al llegar», explica.
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La noticia, a su familia, le pilló desprevenida y, según desvela entre bromas, aún no se «lo perdonan». Y eso que era algo que podía suceder, porque, ya entes de su partida, cada verano, esta gijonesa se iba de viaje a hacer surf y, al volver, le entraban las dudas. «Me sabía a poco tener solo tres semanas de vacaciones», recuerda. De esa manera, paulatinamente, se empezó a fraguar ese proyecto de construir su vida más cerca de sus particulares paraísos, donde el mar y la naturaleza son los protagonistas. «El ocio en Byron Bay es de surf y barbacoas», lo resume.
Aunque también toca trabajar. De eso nadie se libra en ningún lugar. «Desde que vinimos, aquí hice de todo. Estuve también de peluquera, pero eso era lo último que me apetecía, así que me reinventé», explica. «Al principio, nos dimos de bruces con la barrera del idioma porque son muy exigentes, pero luego ya la superamos», celebra. «Ejercí también como monitora de surf y ahora trabajo en una tienda».
Esta apasionada de las olas encuentra en Australia el ritmo que tanto le gusta. «Aquí la vida gira en torno a la playa», asegura. «La gente se levanta cuando amanece y, cuando entran a trabajar, ya vivieron medio día», promete. «Yo siempre fui de madrugar y aquí soy de las últimas en levantarme», se ríe.
Esa vida matinal hace que, por las tardes, el país se apague. «Después de comer, ya hay poco más que hacer. Eso es lo peor, lo más aburrido», se lamenta. Y eso que, por allí, también hay algún pub, pero «poca cosa».
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Nada que ver con España, pero Jessica ya es residente oficial australiana, así que hasta a eso se adapta. «Siendo una ciudadana más, lo que me apetece es quedarme aquí los próximos diez años», explica. Y, cuando pase la década, nada de volver a los orígenes: tocará seguir viajando y no dejar a la piel sin sus baños de salitre. «Me gustaría irme a Hawai y, si no, a Costa Rica». Hay muchos proyectos revoloteándole las ideas. Lo que tiene claro es que ya ha desertado de aquella vida monótona en la que pasaba el tiempo deseando poder teletransportarse y aparecer en cualquiera de esas playas de aguas cristalinas.
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