M. F. ANTUÑA
Sábado, 11 de agosto 2018, 01:16
Al norte del Canal de Mozambique, junto a las islas Comoras y muy cerca de Madagascar. Allí está Mayotte, una isla con algo más de doscientos mil habitantes y que, pese a la distancia, es territorio francés. «Ultraperiférico», lo llaman, y Aitana Salmerón ... González (castrillonense de 1987) conoce bien su significado: de su casa asturiana a la que habita en Sada, la segunda ciudad de la isla, tercian 22 horas de viaje.
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No es el suyo un destino muy común. De hecho, confiesa que cuando dice Mayotte pocos son los que conocen de la existencia de esta isla que, al contrario que sus hermanas del archipiélago de las Comoras, votó continuar siendo francesa. En ese lugar paradisiaco vive desde hace un par de años Aitana. Profesora vocacional - «yo de niña jugaba con los peluches a darles clase»- y con familia dedicada a la docencia, siempre tuvo claro cuál sería su manera de vivir. Estudió Magisterio en Oviedo y como siempre le gustó viajar, primero se fue de Erasmus a Francia, y en cuanto tuvo oportunidad de volar más lejos, lo hizo. Hace cuatro años se presentó a una beca del Ministerio de Educación para auxiliares de conversación y acabó en Martinica, trabajando en distintos lugares de la isla como profesora de Primaria. «Es un paraíso, se vive a ras de playa», resume.
De Martinica regresó a España, donde hizo un máster en Comillas de enseñanza de español como lengua extranjera. Primero llegaron unas prácticas en el Instituto Cervantes de Atenas y después volvió a tomar rumbo a África. «Tenía unos amigos allí, me comentaron que mandase el currículo, me hicieron una entrevista y me dijeron 'Aitana, tienes dos semanas para venir'. Hizo la maleta y se fue. Vive en Sada, la capital religiosa de un país de mayoría musulmana. «Trabajo en un instituto dando clases de español, tengo alumnos de 15 a 18 años», relata esta joven que ha pasado allí dos cursos y empezará pronto el tercero. Dice que les gusta el español y todo lo vinculado con la cultura española. Mención aparte merecen el fútbol y la música latina.
Tiene la isla su propio idioma, el shimaoré, pero no es fácil aprenderlo: «Yo lo intenté, pero es muy complicado». Y no es tan paradisiaca su vida, aunque a primera vista pudiera parecerlo. «Aunque sea Francia, es África». Un ejemplo: ha pasado por una sequía que agotó las reservas y «estuvimos tres meses sin agua todos los días». Solo había un día de cada tres, y tocaba fregar, poner la lavadora y acumular toneles. «Aquí aprendes a valorar mucho las cosas, como por ejemplo abrir el grifo y que salga agua».
También se valora la libertad de elegir. Recién llegada se vistió con un 'short' vaquero y una camiseta de tirantes y se dio cuenta de que la vestimenta no es la adecuada para un territorio musulmán, por mucho que presuma de su laicidad. «Te vas acotumbrando». Tampoco abunda el alcohol. Hay que buscarlo en determinados puntos de la isla.
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Tiene también Mayotte otros problemas. El más grave, el de la emigración. Es un pequeño reducto francés, con hospitales públicos y los servicios y derechos de los ciudadanos galos. El resultado: «Hay una emigración masiva que no saben cómo abordar».
Pese a los inconvenientes, está feliz. «La cultura africana me gusta mucho». Porque además de conocer las Comoras también ha podido viajar a Madagascar y a Reunión. «Estoy encantada de la vida, lo que estoy mirando es a ver si me sale un destino nuevo. Allí tengo trabajo seguro, pero es duro y tengo ganas de conocer más mundo», apunta.
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