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M. F. ANTUÑA
GIJÓN.
Sábado, 5 de octubre 2019, 03:10
Adrián Mancheño (Oviedo, 1985) tiene un carrerón como chef impresionante. Después de formarse en la Escuela de Hostelería del Principado, inició un periplo que comenzó con el maestro pastelero José Sierra, continuó con Pedro Martino en L'Alezna, creció junto a Mario Sandoval después de ganar el Campeonato de España de Jóvenes Cocineros y tocó techo en el Celler de Can Roca, donde tras unas prácticas regresó junto a Martino antes de continuar en Galicia con Pepe Solla y Xose Canas. Luego llegaría la familia Loya, con quienes trabajó en Avant Garde y Ca' Suso, y por fin habría de montar su primer negocio, Le Chigre, junto a los hermanos Feito. Pero no se quedó ahí, trabajó en las cocinas de Casa Gerardo y se animó a montar su primer local en solitario, La Fundición. «Cuando las cosas empezaron a ir bien en La Fundición, me planteé montar un negocio más grande, donde poder desarrollar mejor mi cocina. Sin embargo, en ese momento se volvió a cruzar en mi camino Marcos Morán, junto con Javier Fernández Hidalgo, y le dieron un vuelco a mi carrera profesional». Hispania fue su destino. En el restaurante de Bruselas trabaja y allí triunfa, pues este año ha obtenido el premio al mejor del país. «Gracias a grandes embajadores de la cocina española, como Ferran Adrià o José Andrés, nuestra cultura gastronómica es bastante conocida fuera de España y está muy bien valorada», señala el cocinero, que apunta que como nuestro país es un destino turístico de primer nivel, raro es que no se conozca y elogie lo que se sirve en nuestras mesas. Pero en Bruselas hay matices: «No abunda la representación española en lo que a gastronomía se refiere. Si bien puedes encontrarun gran número de italianos, franceses o japoneses, no te pasará lo mismo con los españoles». Y con esa desventaja, el reto es mayor: «Nos obliga a ser embajadores de nuestra amplísima cultura gastronómica ofreciendo siempre el mejor producto y la mejor calidad». En esas anda Hispania Bruselas desde que abrió sus puertas y para ellos fue una sorpresa recibir este año el premio Delta de Oro al mejor restaurante de Bélgica. «Ha sido una reafirmación de que vamos por el buen camino».
Hay mucho trabajo, sí, pero con horarios más razonables que los nuestros para el hostelero. No se trabaja menos, sino que las horas se organizan de otra manera. «La gente de este país tiene un horario de cenas que nunca sobrepasará las diez de la noche y eso en España sería impensable». Dicho de otra forma: si bien es imposible comer un domingo más allá de las dos de la tarde, él puede cenar todos los días con su pareja a las once de la noche.
Bruselas es, a su juicio, una ciudad tremendamente internacional y eso se traduce en que encontrar restaurantes, actividades sociales y culturales de lo más variopinto es fácil. Pero algunos contras hay: «El primer año de trabajo no tienes derecho a vacaciones». También llueve mucho, pero eso «para un asturiano no es una novedad».
Está cómodo en la ciudad porque tiene un tamaño perfecto y además se ubica en el centro de Europa, lo que hace que las comunicaciones sean fantásticas. «El único problema que tengo por el momento es que mi nivel de francés no es muy bueno». Sigue en la batalla.
La batalla de las añoranzas está perdida: amigos, familia y también comida, por mucho que lo tenga más fácil siendo chef. Todo está en orden y allí se queda: «Asturias es un sitio que me gusta mucho, pero no me encuentro mal estando fuera de momento. Mi vida la tengo en Bruselas, mi trabajo, mi pareja, mis amigos... Además la ciudad me ofrece muchas cosas y de momento tengo intención de exprimirla un poco más».
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