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ANA RANERA
GIJÓN.
Domingo, 13 de septiembre 2020, 02:53
Dicen que viajar abre la mente y eso fue lo que sintió Mario Macía (Gijón, 1995) cuando se trasladó a Edimburgo en 2018 con una beca Erasmus. Él estudiaba un máster en la Universidad de Granada y aquella oportunidad de poner tierra y mar ... de por medio con sus rutinas, le descubrió una visión de su profesión hasta entonces desconocida. Aquella experiencia acabaría por animarlo a establecerse en Viena cuando terminó de formarse. «Ir a Edimburgo me descubrió que en España se vive peor de la ciencia», cuenta este joven biólogo.
Apenas llevaba Mario unos meses establecido en la capital de Austria preparando su doctorado, cuando la pandemia se impuso en nuestras vidas, aunque allí golpeó con menos fuerza que en España. «Aquí la situación es similar a la de muchos países de Europa, tampoco tuvieron muchísimos casos», señala. Aunque ahora están aumentando los positivos, «no llega al nivel de España», añade.
Pese a no haber alcanzado las cifras de nuestro país, muchos de sus planes se han visto truncados por culpa del coronavirus. «Me cancelaron cursos, muchas cosas se hacen telemáticas y no podemos hacer reuniones ni fiestas», indica. Eso sí, allí «la mascarilla solo es obligatoria en espacios cerrados». Pero toman otras medidas de precaución. Así ocurre en el aeropuerto, donde le pidieron una PCR al viajar desde España tras sus vacaciones estivales. «Tuve que llevar una PCR hecha en las últimas 72 horas», detalla.
Olvidándose de las circunstancias que está viviendo apenas recién llegado a Viena, Mario es feliz en esta ciudad en la que tiene una beca para el doctorado.
«Había becas en España para hacer el doctorado, pero me parecía que no estaban bien pagadas», explica. Por eso él emprendió la búsqueda, la expandió más allá de nuestras fronteras y se presentó a todos aquellos proyectos que le resultaban apetecibles. «Me eligieron para hacer varias entrevistas y en el caso de la beca Marie Curie fui superando fases hasta que me dijeron que me cogían», recuerda ilusionado.
Sin apenas tiempo para asimilar la noticia, este gijonés de veinticinco años se despidió de los suyos y puso rumbo a Viena. «Me decanté por este sitio porque me gustaban tanto la ciudad como el proyecto. Me encargo de estudiar el cáncer colorrectal, investigo el microambiente tumoral, es decir, lo que hay alrededor de las células que puede influir en su proliferación», apunta.
Mario hace allí realidad sus sueños, pero siente la distancia y la palia a base de llamadas para vencer los kilómetros al escuchar las historias de siempre contadas con acento asturiano. «Echo mucho de menos a mi familia y a mis amigos». De momento, tendrá que esperar a Navidad para volver, pero cuando el avión aterrice, los reencuentros le regalarán el calor que necesita para sobrellevar los inviernos en Viena.
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