ANA RANERA
GIJÓN.
Domingo, 25 de octubre 2020, 12:19
Carlos García Arancón (Gijón, 1997) había escuchado muchas historias de Timisoara y ya llevaba tiempo con ganas de ser él quien pudiera contarlas. Pese a todo lo raro de este curso, optó por sobreponerse a la pandemia y embarcarse en esta aventura de ... vivir un año lejos de casa. Desde que llegó a la ciudad, no se ha llevado más que sorpresas: desde el aeropuerto, «muchísimo más pequeño que Ranón», hasta la falta de control del coronavirus que vio a su llegada.
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«Cuando volé en septiembre era obligatoria la cuarentena para los viajeros procedentes de España, pero la embajada de Rumanía nos dio un documento en el que explicaban que los Erasmus estábamos exentos de hacerla», explica sorprendido. Así que, al llegar, con lo único que se encontró fue con un termómetro y un papel «escrito a mano» con las comunidades de nuestro país que, por aquel momento, estaban en peor situación. «Me preguntaron si era de alguna de las que aparecían en la hoja -entre ellas, Madrid, Navarra y País Vasco-, les dije que no y ya me dejaron entrar sin problema», detalla. «Desde que llegué, hice vida normal», añade.
Normal, claro, dentro de lo que las circunstancias permiten porque, según cuenta el gijonés, «no hay nada establecido. Lo mismo un día los bares cierran a la una y la siguiente noche, a otra hora. Van cambiando», señala. Las clases de la universidad, en la que estudia Ingeniería de Telecomunicaciones, son todas telemáticas. «Funciona muy bien, no tengo queja, todas las asignaturas me las dan en inglés y no hay ningún problema», asegura.
A Carlos la ciudad le está fascinando y no ha roto las expectativas con las que llegó. «Tuve amigos que habían vivido aquí y me dijeron que me iba a encantar», cuenta. Y así está siendo. «La ciudad es muy guapa, sobre todo el centro, la pena es que muchos edificios están en obras porque en 2021 va a ser la Capital Europea de la Cultura y están aprovechando para arreglar fachadas y poner bonitos los parques», detalla. Eso sí, más allá del núcleo urbano, las afueras tienen un encanto diferente al de las calles principales. «La periferia es la de una ciudad comunista en la que todos los edificios son iguales. Pasa aquí y en otras ciudades del país, que te vas al extrarradio y todo es idéntico», relata.
En Timisoara, Carlos García Arancón está aprendiendo y también disfrutando con todas las enseñanzas que le está brindando la experiencia a tantos kilómetros de casa. Aunque prefiere no pararse a pensar en todo lo que echa de menos, «porque es demasiado». A bote pronto, «amigos y familia, sentarte al sol a tomar unas cañas o unas botellas de sidra en Cimavilla y la comida, que aquí es completamente distinta». Hay más. Con tantas diferencias entre Asturias y Timisoara, Carlos elige vivirlas todas y aprender de ellas para acumular experiencias aquí, allí y donde haga falta.
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