ANA RANERA
GIJÓN.
Domingo, 27 de septiembre 2020, 03:45
Aún le duele a Rosa María González (Avilés, 1971) recordar que este verano apenas pudo pasar tiempo en su Asturias natal porque las circunstancias no invitaban a quedarse. Volvió antes de lo que hubiera querido a Estados Unidos con las energías, aún a medio ... cargar, para enfrentarse a un año más al otro lado de un charco que ya se le hace demasiado lejano.
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Allí se enfrentó a un verano «demasiado caluroso» en el que, al menos, la pandemia redujo sus daños. «Han bajado mucho los casos aquí, vamos poco a poco tratando de volver a la normalidad», asegura. Aunque, allí, la pandemia fue diferente porque las medidas nunca fueron tan restrictivas como en España. «Aquí el confinamiento no fue tan estricto, se podía salir, pero apenas había negocios abiertos», detalla.
Eso sí, el teletrabajo se instauró en su costumbre, aunque ahora ya, paulatinamente, se va desertando y algunos días a la semana acude a la oficina donde trabaja haciendo seguros de vida. «Voy dos o tres días a la semana», dice contenta de reanudar progresivamente la rutina, que comparte también su hijo menor desde este pasado jueves. «Él empezó las clases esta semana y va algunos días y otros, estudia desde casa», señala.
La peor parte de la pandemia, para ella, fue precisamente la que afectó a los estudiantes jóvenes y lo dice, con conocimiento de causa, porque lo vio en casa con sus dos hijos, de quince y veintiún años. «A los niños les hace falta socializar y salir», anota.
Al fin y al cabo, aunque en Miami se permitiera salir, por ejemplo, a hacer ejercicio al aire libre, para Rosa María era impensable porque coincidió con una época en la que el calor allí es insoportable. Una situación que también mejora ahora con la llegada del otoño. «Empezaremos a llevarlo mejor», indica esperanzada antes de preguntar por cómo marchan las cosas en su tierrina.
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En cuanto al uso de la mascarilla, en Estados Unidos, la normativa depende de cada estado. «Aquí, por ejemplo, su uso está regulado igual que en España», afirma. Eso, a ella, le da cierta tranquilidad y la anima a confiar. Siguiendo todas las recomendaciones sanitarias, vive sin psicosis e intenta llevar a cabo una vida que le recuerde, cuanto más, mejor, a la que tenía antes. «No tengo miedo porque, afortunadamente, estoy sana, así que trato de hacer la vida lo más normal posible». Ella considera que lo peor ha sido ver la tristeza que se instaló en tantas personas por culpa de la reclusión. «Mucha gente se deprimió y en Estados Unidos aumentaron las cifras de suicidios».
Rosa María González, Bebi para los suyos, se queda, de momento, por allí capeando este temporal y los que le traiga la vida, pero espera, dentro de unos años, poder pasar más tiempo en su Asturias y compensar estas vacaciones que la vida le enrareció.
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