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El gijonés en Cracovia, con el Vístula y el Castillo de Wawel tras él. E. C.
«Cracovia y Xixón tienen algo común»
Asturianos en la diáspora

«Cracovia y Xixón tienen algo común»

Gijonés del Natahoyo y con un brillante currículo, este matemático investiga en teoría medida de grupos y estudia simetrías en una universidad polaca

Domingo, 16 de marzo 2025, 01:00

A Héctor Jardón Sánchez (Gijón, 1996), pese a nacer en una familia de letras –su madre es la escritora Pilar Sánchez Vicente y su tío Xuan Xosé Sánchez Vicente– siempre le tiraron más las ciencias puras. Estudió el doble grado de Matemáticas y Física en la Universidad de Oviedo para después cursar un Máster en Oxford y continuar los estudios de postgrado en las universidades de Lancaster y Leipzig. Desde entonces ha realizado estancias investigadoras en las universidades McGill de Montreal, la de Florida y en los últimos años ha impartido seminarios y trabajado en colaboraciones en diversas instituciones europeas, principalmente en Alemania y Hungría. Su actual destino lo ha llevado hasta Polonia, donde es investigador posdoctoral en la Universidad Jaquelónica de Cracovia, la ciudad donde reside desde el pasado otoño. «Soy investigador en matemáticas. Trabajo en teoría medida de grupos. A grandes rasgos, uso herramientas de la probabilidad, la dinámica y la geometría para estudiar simetrías», explica, a modo de presentación.

Sobre cómo son las condiciones para investigar en este centro universitario de la ciudad ribereña del Vístula, Jardón desvela que «formo parte del Centro Dioscuri 'Random Walks in Geometry and Topology', cofinanciado por la sociedad Max Planck, alemana, y el Centro Nacional de Ciencia de Polonia, por lo que las condiciones tanto a nivel salarial como de presupuesto para el proyecto e infraestructura son excepcionalmente favorables» y en cuanto a la actividad concreta que desarrolla apunta que «me dedico exclusivamente a la investigación. Brevemente, todos los días pensamos muy fuerte. De vez en cuando alguna idea es buena. Cuando llega a la calidad de teorema, la enviamos a publicar».

Tras un bagaje vital tan diverso como el suyo, que le ha llevado por diversos países europeos y de Norteamérica, si se le plantea cuáles han sido los mayores contrastes que se ha encontrado en Polonia en estos meses de vivencia allí, el pensamiento le lleva directamente a casa: «Cracovia y Xixón tienen mucho más en común de lo que se podría pensar, aparte de planes de metro que no salen adelante, fábricas de Arcelor y contaminación rampante. La gente es muy amable y hospitalaria, hay mucho verde y 'presten' los platos de cuchara. Aun así el estilo de vida es muy distinto. La vida en Cracovia es muy tranquila y relajada. La gente es muy respetuosa y silenciosa. Nadie cruza en rojo y, como asturiano, muchas veces te das cuenta de que tu voz es la única que se oye por la calle», asegura. Y por lo que toca a aquello que más echa en falta, el gijonés confiesa que «tengo la suerte de tener una gran familia y buenes amigues a las que echar de menos principalmente. Después vienen la mar, la comida, los chigres y el humor playu».

Héctor Jardón se siente a gusto en la histórica capital de la llamada Pequeña Polonia, con su señero casco medieval, sus murallas, el bello parque Planty que la rodea y las armónicas torres del castillo de Wawel alzándose hacia un cielo que también a veces parece el del Cantábrico. Por eso cuando se le pregunta si en su horizonte más próximo se plantea el regreso a Asturias y qué circunstancias deberían darse para pensar en esa posibilidad, razona con las ideas muy claras: «Creo que las personas migrantes siempre se van a encontrar entre dos aguas. Para los que tenemos la suerte de poder plantearnos el retorno esto implica tener siempre un gusanillo de volver a la tierrina. Sin embargo, es insostenible vivir en Ruczaj teniendo la cabeza en el Natahoyo. Ahora mismo vivo aquí. En el futuro, igual lo sabe algún omnisciente. Si algo me enseñó la migración es que, fuera de casa, tú eres el 'multi' de multicultural. Y la tierrina, a pesar de lo mundial, ye muy pequeña. Nunca sabes cuándo serás tú el migrante», zanja.

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