ANA RANERA
GIJÓN.
Domingo, 3 de enero 2021, 02:03
Seis años viviendo en Reino Unido pesan ya sobre los hombros de Pablo Martínez (Figueras, 1991). Él llegó allí «frustrado por el trabajo», sintiendo que ya no le quedaban «más balas para gastar» y con la decisión tomada de que si las cosas ... no le salían en España como le gustaría, buscaría otros caminos lejos de casa, pero nunca se quedaría de brazos cruzados. Empezó desde abajo «como tantos» fregando platos y sin apenas saber inglés. De ahí pasó a la cocina, a alquilar coches, a volver a Asturias para estudiar y a regresar a Reino Unido, reconocido como ingeniero técnico.
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En esos años frenéticos hubo tiempo para mudarse varias veces hasta llegar a Horshham, para conocer a su novia-de Botsuana-, para casarse con ella en la tierrina y para echar de menos demasiado las raíces que dejaba en nuestra región y los abrazos que se perdían en la distancia. «Al vivir fuera, te das cuenta de que la gente a la que quieres se está gastando y no pasas con ellos el tiempo que merecen», reflexiona Pablo. Esa nostalgia rompe porque duele despedirte sin saber que lo estás haciendo y dar el último beso pensando que habrá más. «Se pasa muy mal, este verano murió mi abuelo y no pude estar allí para decirle adiós», explica.
Estas fechas son especialmente complicadas para todos los que como él no han podido volver a casa por Navidad y acrecientan la melancolía. «Las fiestas ni siquiera nos hicieron ilusión porque no tienes familia aquí y tampoco puedes viajar para verlos», señala. Es culpa este regreso frustrado de la pandemia, aunque pasarla allí -buscando el punto positivo-también le evitó preocupaciones. «Al no tener familia aquí, no tuve que proteger a mis mayores. Además de que la situación fue mucho más libre que en España», indica. En su trabajo, tampoco le supusieron un problema estas circunstancias. Él trabaja como ingeniero técnico en plantas solares y continuó al pie del cañón todos estos meses: «Trabajo solo la mayoría del tiempo», apunta.
A sus veintinueve años, cuando mira al futuro, aún no sabe por dónde andará dentro de una temporada. «Yo podría currar en Asturias y mi mujer también porque trabaja en una residencia, pero es mucho más fácil progresar aquí», reconoce. Igualmente, sabe que llegará el día en que ambos se planteen establecerse en la tierrina. «En un futuro, nos lo pensaremos». Y lo dice porque, pese a todas las ventajas que les ofrece Reino Unido, también saben de todas las virtudes de Asturias. «Más allá de las personas, lo que más echo de menos es la montaña. Me faltan las rutas, poder irme a los Picos de Europa. Cualquier excursión que hagas por aquí tiene que ser en llano».
En un país en el que empezó desde abajo, Pablo echa de menos ahora poder llegar a lo más alto y, al bajar de la cima, encontrarse los abrazos de los suyos esperándole con la misma fuerza que tenían cuando los dejó.
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