Ramón Torre Canal, en la mitad del mundo, la línea que separa ambos hemisferios y cuyo monumento se encuentra en Quito.

«La vida se reduce a seis maletas»

Ramón Torre trabaja en Ecuador en la defensa de los derechos sexuales y reproductivos | Este langreano del 72 se reclama «heredero de la clase obrera», así que emigró a Latinoamérica hace 15 años para trabajar como cooperante

azahara villacorta

Sábado, 26 de noviembre 2016, 04:34

Nacer en las Cuencas mineras casi siempre imprime carácter. Y, en el caso de Ramón Torre Canal (Sama, 1972), marcó su rumbo:«Ser de Langreo significó para mi preocuparme por la libertad, por la justicia social y por los derechos humanos en todo el mundo y a eso dedico mi vida».

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Así que, tras estudiar Educación Social en la Universidad de Oviedo, decidió convertirse en cooperante en tierras latinoamericanas y subirse al primer avión que salía para América después de los atentados del 11-S, «cuando el mundo parecía volverse aún más loco de lo que ya estaba».

Su destino fue Paraguay, donde vivió un año para después coger la mochila y viajar durante un tiempo hasta atracar, finalmente, en Bolivia, en Santa Cruz de la Sierra, donde empezó a trabajar para una ONG inglesa dedicada a la salud y los derechos sexuales y reproductivos, un campo que ya nunca más abandonaría.

«En Bolivia me casé y nació hace ocho años nuestra hija, una langreana y cruceña que está orgullosa de decir que es ciudadana del mundo», resume Ramón, que ya ha vivido el equivalente a varias vidas. «Y es que lo que la mayoría de las familias hacen quizá una vez nosotros lo hemos hecho varias: hemos vivido en siete casas diferentes y en cinco países, y he comprado y dejado tantas cosas de la casa (sofás, camas, electrodomésticos) que ya ni me acuerdo», bromea.

El periplo continúa en Nueva York, de nuevo Bolivia, Madrid y Ecuador, donde viven desde marzo de 2013 y donde trabaja para la ONG estadounidense Planned Parenthood Global, lo que le lleva a viajar bastante a menudo a otros países:«Lo que hago es brindar apoyo a organizaciones locales. Quienes defendemos derechos humanos como la educación sexual, el acceso al aborto legal y seguro o la anticoncepción en contextos que muchas veces se oponen a que sus ciudadanas puedan decidir libremente que quieren hacer con su vida y su futuro podemos ser objeto de amenazas, de violencia por parte de grupos fundamentalistas religiosos o los propios estados. Así que es necesario seguir luchando. Esta es una causa personal y profesional».

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Una causa universal que lo convierte en habitante del planeta:«Mi casa está en Ecuador, pero vivo en Latinoamérica, que, en toda su diversidad y complejidad, es un solo país que sufre, que sueña y que disfruta... y por eso me recuerda tanto a las Cuencas mineras. De hecho, cuando me preguntan por qué me dedico a esto siempre les respondo que soy heredero de una clase obrera que luchó y lo sacrificó todo por un mundo más justo y que intento ser digno de esa herencia trabajando aquí».

Así que este directivo de la asociación Langreanos en el Mundo no se permite echar de menos la tierrina:«Yo elegí hacer este trabajo maravilloso y el precio que hay que pagar es no tener lo que hay allí. Si tuviera nostalgia todo el tiempo no podría vivir en ningún sitio. Eso sí, cuando vamos a Asturias, que suele ser una vez al año, nos traemos la maleta llena de latas, de queso, de jamón y de fabes y compangu. ¡No sabes lo que presta comer una buena fabada a 2.600 metros de altura en Quito!». Y, con ese entusiasmo, ha conseguido incluso hasta que los güelos se acostumbren a ver a la nieta todos los domingos por Skype y a tirar de WhatsApp.

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Desde esa atalaya observa lo que está pasando en España, donde «la llamada crisis no es tal, sino el resultado de la corrupción, de la búsqueda de soluciones individuales y no colectivas, de la dejadez de muchos políticos que deberían haber defendido a la población menos privilegiada». Y donde, «en general, la gente está dormida y traga con cualquier cosa. Por ejemplo, se está cuestionando el sistema público de salud porque se gasta mucho, porque se abusa de él, etcétera. No sabemos lo que es que para recibir una atención médica de mediana calidad tengas que pagar 50 euros solo por la consulta. El sistema tendrá fallas, pero es de los mejores del mundo para garantizar el derecho a la salud de toda la población, sin importar el dinero que tengas».

De todo lo vivido, se queda con la gente: «Gente que han vivido dictaduras y represiones, mujeres que luchan cada día para defender a otras mujeres, gente muy pobre a la que le han arrebatado todo y siguen resistiendo como pueden». Ycon un aprendizaje fundamental sobre «lo que es indispensable» y lo que no:«Al final, nuestra vida se reduce a lo que podamos meter en seis maletas, que es lo con lo que nos dejan entrar en los países. Dos por persona».

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