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Jorge Fuentelsaz Franganillo, en El Cairo.
«Este no es territorio hostil»

«Este no es territorio hostil»

Jorge Fuentelsaz Franganillo es el delegado de Efe en El Cairo. «En Egipto con una sonrisa llegas a cualquier sitio», asegura el periodista ovetense, que ha vivido en Damasco y Argel

m. f. antuña

Sábado, 2 de abril 2016, 03:44

Conoce a fondo «el mundo árabe». Tanto que sabe que el gran problema de entendimiento con él está en esa globalidad entrecomillada, en que en Occidente un conjunto de países y mundos absolutamente dispares y con intereses opuestos se mira como si solo fuera uno, mientras desde su perspectiva igualmente se advierte Occidente como un bloque. Si España tiene poco que ver con Alemania, otro tanto de lo mismo entre Arabia Saudí, Siria o Irán. Jorge Fuentelsaz Franganillo (Oviedo, 1976) es un grandísimo conocedor y enamorado de esos países que se acostumbran a englobar en Oriente Próximo y el Magreb, que transitan por los históricos mundos de Jordania, Siria, Egipto, Argelia, Túnez... Domina el árabe, ha hecho un doctorado sobre los Hermanos Musulmanes y el régimen egipcio y se siente feliz. «Este no es un territorio hostil», afirma desde El Cairo, donde ahora ejerce como delegado de la agencia Efe.

Claro que antes de instalarse allí con María, su mujer, recorrió mucho «mundo árabe». Se licenció en Periodismo en la Universidad Complutense de Madrid mientras paralelamente estudiaba árabe y con el título bajo el brazo se fue a la Universidad de Damasco. Trabajó como colaborador del Instituto Cervantes, y allí conoció a María. A ella le concedieron una beca de lectorado y su destino fue El Cairo. «Conseguí una beca de Exteriores para mejorar el árabe y a raíz de ahí me metí de becario en Efe», rememora. Eso sucedió en 2005 y comenzó un periplo que le ha llevado por todas las primaveras y revoluciones árabes. De Túnez a Libia pasando por Argelia y países aledaños. «Cuando todo empezó en Túnez estaba en El Cairo y viajé desde aquí, también estuve en Bengasi cuando estalló la revolución libia, una de las experiencias más intensas que recuerdo», explica.

Su peripecia periodística es tan larga como apasionante y le llevó a finales del pasado año de vuelta a Damasco para acompañar al presidente de Efe en una entrevista con Bashar al Asad. «Estuve una semana, y fue una impresión, yo todavía tengo amigos allí, y es raro porque no tienes sensación de un país en guerra civil, se oyen los morteros, las explosiones, se ven las columnas de humo, pero aún así no te puedes imaginar lo que está pasando. La gente ha asumido la guerra, hasta hacen bromas sobre la caída de los misiles, la muerte la tienen constantemente presente».

De 2011 a 2014 su domicilio vital y periodístico fue Argel y desde 2014 reside en El Cairo, donde la primavera se ha tornado gris otoñal y desde donde no siempre es fácil informar. «Nosotros, por ejemplo, con el tema audiovisual, tenemos que renovar mensualmente el permiso para poder rodar con vídeo y podemos hacerlo en El Cairo y Alejandría, pero en el Sinaí, donde está un grupo cercano al Estado Islámico, está prohibido entrar a toda la prensa». Pero más allá de las dificultades propias de un país distinto y muy conservador en múltiples aspectos, está la desesperanza de saber que la información que llega y trasciende es siempre de índole violenta, que el ánálisis más pausado, el conocimiento más profundo de lo que sucede no interesa en exceso a esta orilla del Mediterráneo. Y el desinterés y la falta de conocimiento sustentan la islamofobia y viceversa: «Quizá el problema es ver el mundo árabe como un conjunto, cuando aquí tienes una lucha continua entre todos los países, se junta la geopolítica regional con los intereses particulares de Emiratos, Arabia Saudí, de Egipto, los problemas de religión con Irán, los chíis, los suníes. Y todo eso se junta con las relaciones entre Estados Unidos y Rusia. Son tantas combinaciones... Es todo muy complejo».

Pero geopolítica al margen, Egipto y el resto de países que le han acogido están repletos de buena gente que a él solo le han facilitado las cosas. «Somos distintos, es cierto, no cabe duda, pero yo desde 2000 nunca he tenido ningún problema por cuestiones religiosas, otra cosa es que tengan una manera de pensar diferente, yo me he educado de otra manera y me tengo que acostumbrar». Pero solo eso. En conclusión: «El choque existe, pero es un choque que se aprende, no pasa nada, yo estoy encantado, aquí hay cosas que no me acaban de gustar, pero como en todos sitios, también hay cosas que no me gustan de los españoles».

Es importante no alimentar estereotipos y ver siempre el lado bueno. Un ejemplo: «En Egipto con una sonrisa llegas a cualquier sitio». Claro que le faltan «las fabes, la sidra y las terracitas». Eso sí, el clima asturiano no lo añora: «Me he acostumbrado a vivir al calor».

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