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«Milagroso». Así calificó el director general del centro logístico de Amazon en Bobes, Carlos Ordeig, a todo el proceso que recorre un producto desde que el cliente da el 'click' de compra. Pero lo que tiene ese milagro detrás es la más alta tecnología de la que dispone la multinacional americana para automatizar casi todos los procesos.
Ordeig lo iba explicando, ayer, paso a paso. De este modo, los camiones dejan las mercancías en palés en los muelles de carga. Un robot despaletizador –con forma de brazo gigante– los agrupa y elimina la necesidad de levantar las cargas manualmente. Comienza el primero de los recorridos en el que los productos se clasifican y, por un laberinto de cintas transportadoras, llegan a su lugar de almacenado. De las cuatro plantas del edificio –que suman un total de 175.000 metros cuadrados–, en tres de ellas, de 40.000 cada una, es donde se guardan.
¿El criterio de almacenamiento? No lo hay. «Es un caos ordenado», señaló Ordeig. Según llegan los productos, se guardan sin orden. ¿El motivo? «Porque la compra del cliente también es aleatoria». Y es donde entra el funcionamiento robotizado, que es el siguiente: el operario recibe la referencia y la pide al sistema automatizado. El ingenio con ruedas eleva la estantería donde se encuentra ese elemento y lo lleva hasta el puesto donde se recoge. Si hay un pedido de tres productos, se repiten esos mismos pasos, salvo que haya una coincidencia y se encuentren en la misma estantería. Harto complicado: hay más de 53.000 en este centro logístico.
Sólo hace falta alzar una mirada al almacén para adivinar que las distancias son enormes. Esos robots –que circulan a una velocidad muy alta– ahorran esos recorridos a los operarios.
Los productos, entonces, ya están seleccionados para el cliente y hacen el camino inverso; regresan a la planta de abajo donde otro operario los empaqueta con cartón. El sistema le indica qué medida de caja tiene que usar. «Pero ahora estamos empezando a realizar los envíos con el envoltorio original del producto, para ahorrar cartón».
En Amazon, explicó el Ordeig, también son muy celosos con la información de los clientes. Ningún empleado tiene acceso a los datos de las personas que realizan las compras ni el destino del paquete. La cinta los transporta hasta otra máquina –también totalmente automatizada– que se encarga de colocar la pegatina estando ya preparado el producto para su envío. Y las instalaciones funcionan, además, con el apoyo energético proporcionado por las 10.000 placas solares instaladas en el techo, que generan cuatro megavatios por hora.
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