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Pablo Muñiz, el parricida de Ribera de Arriba, tiene 46 años. No cuenta con historial psiquiátrico ni tiene diagnosticada enfermedad mental alguna. Tampoco se le conocen episodios de depresión o de medicación específica por trastornos mentales o enfermedades similares. Pero algo sucedió el pasado 8 ... de abril cuando a última hora de la tarde, un vecino aparentemente tímido y tranquilo mató a su padre; primero le asestó dos puñaladas, que no fueron mortales y que le permitieron salir a la calle a pedir ayuda. Su hijo, hacha en mano, salió tras él para decapitarlo a la altura de la mandíbula. No se paró ahí.
Lejos de amilanarse por su acción, cogió la cabeza de su progenitor con una mano y el hacha con la otra. Se despojó de parte de su ropa y recorrió, gritando y cantando, según explicaron testigos del suceso, desde su casa los 200 metros que le separaban de una glorieta, donde amenazó a los automovilistas que circulaban por ella valiéndose del hacha y de la cabeza de su padre, que llegó a arrojar contra alguno de ellos. Acciones que cuesta comprender, sobre todo cuando la investigación confirmaba que no estaba bajo la influencia de alcohol ni de las drogas.
Dictaminar o intentar explicar por qué lo hizo es «aventurarse demasiado, el hecho es suficientemente grave como para ser cautos, máxime con una persona que está sin diagnosticar», explica Luis Jiménez Treviño, presidente de la Sociedad Asturiana de Psiquiatría.
Añade, además, que llegará el autor confeso de la decapitación de su progenitor «tendrá que asumir lo que hizo, será terrible para él». «Será un proceso complicado para él». Además, se le han practicado pruebas a Pablo Muñiz para determinar si sufre un daño cerebral. El pasado jueves sus palabras ante la jueza de Instrucción 3 de Oviedo y el fiscal sorprendían a quienes las escucharon. En el HUCA, donde había quedado ingresado, llegaba a asegurar que «no me arrepiento de nada, lo tenía que haber hecho hace mucho tiempo y me tenía que haber llevado a más gente por delante». Lo hizo en una declaración que llegó a sonar a delirio; si era simulado o real es algo que la investigación tendrá que aclarar.
La jueza ordenó su ingreso en prisión, comunicada y sin fianza, acusado de un delito de asesinato y dos de intento de homicidio, relacionados con personas que iban en su coche por la rotonda.
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