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Son muchos e importantes los méritos que han hecho que el jurado del Galardón Pueblo de Lugones, que este año ha recaído en el ... jefe de la comisaría de la Policía Nacional de Siero, Manuel Alberto Aragón, le haya concedido este reconocimiento. Se trata de un premio otorgado por la Agrupación Folclórica La Sidrina. Pero, sobre todo, es un homenaje a un «paisano que es de su pueblo». Lo dijo él mismo en un emocionante discurso ante numerosos vecinos, amigos, familiares y compañeros de trabajo que quisieron arroparle: «Siempre seré un guaje de la calle La Ciega. Muchísimas gracias, Lugones».
El acto de entrega del galardón tuvo lugar en el auditorio del centro polivalente, que enseguida se llenó de gente, hasta el punto de que se formó una larga cola antes de abrirse las puertas. Se hizo un extenso repaso de los méritos que hicieron a Aragón merecedor de este galardón: «Natural de Lugones, localidad a la que está muy ligado tanto profesional como sentimentalmente, Aragón atesora una dilatada y exitosa trayectoria profesional, con más de 30 años de servicio público a sus espaldas». A lo largo de estas tres décadas, ha ocupado destinos y puestos de gran responsabilidad, tanto dentro como fuera de España, prestando servicio en los Balcanes, Eurasia, África y América, en labores de cooperación internacional, misiones de paz y legaciones diplomáticas.
Fue la presidenta de La Sidrina, Edita Reguera, quien le hizo entrega del reconocimiento en presencia del jurado y del alcalde de Siero, Ángel García, 'Cepi'. Para la concesión del galardón se tuvo en cuenta su «excepcional trabajo al frente del programa de actos del Bicentenario de la Policía Nacional en nuestro municipio. Un acontecimiento de excepcional interés público, celebrado durante todo el 2024 y que ofreció a la ciudadanía desde actos solemnes hasta actividades culturales, deportivas y de ocio. Varias de ellas tuvieron lugar en Lugones».
«Vivíamos en el número 16 de la calle La Ciega, en una humilde casa que mis padres compraron a Unión Explosivos Río Tinto y que yo les insistía, con sorna, en que era un adosado de esquina, del mismo modo que cuando mi madre hablaba con mucho orgullo de su condición de 'molinera', yo le decía que se refiriese a sus orígenes como hija de un industrial de la harina», expresó Aragón en un discurso íntimo y lleno de recuerdos.
«¡Si algo echo de menos hoy es la ilusión que teníamos los niños de mi zona por la llegada de las fiestas del Carbayu! ¡Nos encantaba ver cómo iban creciendo las barracas en el prao de la fiesta! ¡Lo vivíamos intensamente! ¡Era el acontecimiento del año! Mis padres nunca me llevaron al Parque de Atracciones de Madrid ni a ningún otro porque mis hermanos y yo teníamos El Molín, que era como esos cuentos para niños en los que hay una vaca, una pitina, un gochín y un perrín».
Quiso reivindicar aquella etapa de la vida de Lugones en la que las actividades deportivas y culturales de todo tipo ocupaban el tiempo de los jóvenes de forma constructiva, ayudándolos en su formación humana, artística y cultural, enseñándoles a hacer cosas y a ser mejores personas. «La Casa de la Cultura era como nuestra segunda casa».
Aragón también tuvo tiempo para enumerar algunas de sus misiones internacionales. «Las cuatro en las que participé me permitieron conocer otros países, otras lenguas, otras culturas, pero, sobre todo, me sirvieron para valorar las pequeñas cosas y el país que tenemos. Abrir un grifo y que salga agua o pulsar un interruptor de la luz y que se enciendan las bombillas a cualquier hora son cosas que uno aprende a valorar cuando ha estado en esos lugares».
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