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Después de pasar por medios como 'The Washington Post' y vinculada desde sus inicios al periodismo digital, María Sánchez Díez (Madrid, 1984) entró ... en 2021 a formar parte del equipo de 'digital storytelling' del americano diario 'The New York Times', donde trabaja como editora senior. Con motivo de los 30 años de EL COMERCIO en internet, la periodista participará el próximo jueves en la jornada 'Pioneros del periodismo digital' que tendrá lugar en Laboral Centro de Arte de Gijón.
–¿Cuáles cree que son los retos del periodismo en la era digital?
–Lo que veo es que las fronteras entre lo que es información, quién la produce y dónde es consumida se han difuminado completamente. Lo que hacemos los periodistas se ha convertido en un contenido más, convive con muchas otras cosas en las redes. Hemos perdido el oligopolio de la distribución y, en ese sentido, hemos perdido la relevancia; lo que hacemos es consumido como algo más en un mar de cosas que están luchando por la atención de los usuarios, que además tienen una atención más limitada. Y eso presenta toda una serie de retos para la profesión, desde comerciales hasta éticos o narrativos.
–¿Cuáles son las claves para encontrar el equilibrio entre inmediatez y veracidad?
–Una de las cosas que pasa con Internet es que las expectativas de los usuarios también han cambiado. Si saben que ha pasado algo, esperan obtener información inmediatamente, tanto si es un evento no planificado como si es algo que sucede y nadie espera. Existe el peligro y la tentación de querer regatear algunos de los procesos de verificación de datos, de verificación de fuentes, que es el único elemento diferenciador y de valor que podemos ofrecer en este maremágnum de distribuidores de información. Yo creo que una de las maneras en las que podemos alcanzar un equilibrio que funcione es ser muy transparentes acerca de lo que sabemos y lo que no. Incluso, haciendo partícipe al lector del propio proceso, para que sepan que si no hay información es porque todavía no ha pasado por nuestro filtro.
–Cada vez más personas, especialmente las audiencias más jóvenes, se informan a través de redes sociales. ¿Cuál cree que es la mejor forma de hacerles llegar la información con rigurosidad?
–Yo estoy siguiendo con mucho interés en 'TikTok' el tema de las personalidades. En un momento en el que la confianza en los medios está en declive, los más jóvenes se han girado hacia otras figuras con las que han creado relaciones de confianza que muchas veces simplemente están haciendo un refrito de informaciones que producen los medios tradicionales, pero más accesibles. ¿Qué se puede hacer? Por un lado, creo que hay cosas que suceden en redes, códigos, que establecen un nuevo canon. Y a veces es difícil distinguir cuáles son modas y cuáles son cambios de paradigma. Por ejemplo, creo que todo el tema del vídeo vertical sí lo es. Lo que se está haciendo en 'The New York Times' es hacer vídeos verticales con nuestros propios periodistas para poner en valor el capital humano y la cantidad de expertos que tenemos en distintos temas. Replicar ese formato y esa relación de cercanía para que se traduzca en una mayor confianza. Cada medio tiene que ver, de todo lo que está pasando, cuáles son las apuestas o las tendencias de consumo de información a las que tiene sentido sumarse y a cuáles no. Y afrontar la profesión con una mentalidad abierta al cambio constante.
–¿Y cuáles cree que son las estrategias para combatir las 'fake news'?
–La llegada de la inteligencia artificial va a requerir, por parte de los profesionales, pero también de los lectores, una especie de alfabetización digital. Vamos a tener que tener entre nuestras fuentes a forenses de vídeo, forenses de audio, van a surgir otras disciplinas que aborden cómo distinguir si algo ha sido modificado o alterado de alguna manera. Y va a requerir resistir mucha presión y resistir la tentación de dar cosas que no sabemos aún si son verdad o mentira. Veo que va a haber, por un lado, un surgimiento de nuevas disciplinas y todo eso es apasionante; pero, por otro lado, me preocupa. También se ha hablado mucho del efecto amplificador de desmentir las 'fake news', que si lo desmientes le acabas dando más oxígeno. Va a haber que desconfiar, tener cuidado, separar el grano de la paja y pensar a qué cosas merece la pena dedicarles tiempo y a cuáles no.
–En el cambio de paradigma de los medios de comunicación y su consumo, ¿cuál cree que es la clave para fidelizar a las audiencias?
–Tener un producto muy bueno y que se diferencie de los demás. Creo que los medios locales están muy bien posicionados porque tienen muy claro a quién le hablan y desde dónde. La cuestión es generar modelos de negocio al margen de las suscripciones que sean sostenibles. También ha funcionado muy bien, en el caso de 'The New York Times', diversificar: no solo es un medio de información, sino que también ha comprado 'The Athletic', que cubre los grandes deportes, e hicieron un producto de cocina muy exitoso. Han sabido buscarle a la cabecera una vocación de servicio que iba más allá de la política y convertirlo, como lo llaman los americanos, en una 'one-stop shop', una tienda en la que te compras todo. Y también funciona muy bien hacer periodismo de investigación, pero claro, eso es lo más caro y lo más difícil.
–Y en este mundo de cambio a lo digital, ¿sigue habiendo hueco para el papel?
–Sí, yo creo que sí. De hecho, en este mundo tan acelerado, vuelven a cobrar relevancia experiencias de consumo de información que son finitas. Por eso funcionan tan bien los podcast y las newsletters, todos los hábitos que se puedan generar en torno a un consumo de información que sea corto, que sea predecible. Hay gente que está hiperconectada y hay quien quiere volver a relacionarse con los medios desde un lugar de mayor control, tomar decisiones deliberadamente sobre el tiempo que le dedican.
–En el clima político que afrontamos, en el que a veces se ha puesto en cuestión el papel de los medios de comunicación y su veracidad, ¿cómo se puede mantener la independencia editorial?
–Haciendo nuestro trabajo bien, que sea irreprochable. Cuando el periodismo está bien hecho, es la mejor respuesta, el mejor mensaje, y habla por sí mismo. Los poderes siempre han cuestionado la información cuando les es incómoda o cuando les es crítica. Eso no es nuevo. Lo que es nuevo es que ahora tienen los medios para comunicarse directamente con el electorado y en muchos casos, también, con ataques a la prensa. Y desde el punto de vista de la gente que dirige las redacciones, es importante tener también estructuras empresariales que respeten la independencia editorial de los periodistas, tanto cuando lo que publican es favorable a los políticos o a las ideas que les son afines como cuando no lo son. Y proteger a las mujeres y a las personas de color, porque enseguida los 'bots' salen contra ellas.
–En un mundo que cambia tan rápido, y con la irrupción de la inteligencia artificial, ¿cómo cree que se transformará el periodismo en los próximos años?
–La inteligencia artificial va a ayudar a muchísimos procesos. Va a haber muchas cosas creativas que vamos a poder hacer con ella. Y luego hay una parte con la que soy bastante pesimista, que es que en los contenidos generados por inteligencia artificial hay gente beneficiándose de nuestro trabajo. Y también me preocupa un Internet lleno de basura, donde haya muchísimo volumen pero muy poca calidad, y que gente que no tiene tanto acceso, que no puede pagar medios o no puede pagar suscripciones, esté informándose con ese contenido. Me preocupa el efecto que puede tener eso en la calidad de la información, que repercute también en la calidad del discurso público y de las democracias. Y las nuevas generaciones tienen una cultura mucho más visual, con capacidad de atención menor: creo que eso va a repercutir en formatos más cortos y más visuales. Vamos a ver muchas más fotos, textos más cortos, más esquematizados, con un lenguaje más directo y más conversacional.
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