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ROSA IGLESIAS

Diógenes, por Rosa Iglesias

TRAMPAS Y CARTONES

Sábado, 30 de enero 2010, 04:06

A nadie le gusta bajar la basura. Por lo general y a no ser que uno viva solo, en cada familia o agrupación de convivencia existe un infeliz, un penitente que sin estar escrito en ninguna parte se encarga de la labor. A veces, tan ingrato momento, se va dejando hasta que huele y no es plan. O cuando, tratándose de periódicos o de botellas, a uno le asalta de repente un pensamiento ¿tendré síndrome de Diógenes? Este es uno de esos pensamientos que me hace saltar como un resorte. Y me subo al ascensor cargada como una mula. Con el papel no pasa nada, me pilla cerca el contenedor, ademas ser portador de prensa te da cierto aire de lector empedernido. El cuché lo escondo entre los periódicos. Pero con las botellas es otra historia. Tengo que hacer un pequeño recorrido, con la banda sonora del tintineo. Si me cruzo con gente, sospecho que miran la bolsa y en más de treinta o cuarenta ocasiones me ha faltado el canto de un duro para explicar, que tanta botella no era fruto exclusivo de mi secañu. Que había celebrado una boda o algo así en mi casa por justificarme.

Por que la basura delata muchísimo a uno, una barbaridad. Por eso en Estados Unidos, país en el que hay mas gente pa to, que en otros lugares. Existen especialistas en rastrear la basura de los famosos. Y sacar conclusiones, que sirven para lo mismo que la basura en si.

Parece que ahora, en estos tiempos de prohibiciones, habrá que bajar la basura a hora fija, no según te pille. Y entraremos en esas discusiones tan interesantes de si es pronto o tarde. Sin llegar a ninguna parte porque todo, incluido el horario para bajar la bolsa, si te viene bien, esta bien. Y si te viene mal, pues no es correcto y el que venga detrás que arree. Que el buen criterio en estos temas tan importante suele pasar por donde mas le convenga a uno. Claro que para ayudarnos a ser buenos ciudadanos contaremos con la inestimable ayuda de una nueva figura el «espetor de los desperdicios». Lo malo: si nos pillan, que nos llamen la atención. Con el coraje que puede dar, ser interceptado con los pulgos de patata y los restos malolientes de lo que fue trucha asalmonada. Lo bueno: que solo serán cuatro y ni con la moto del Mulá Omar, van a poder cubrir todo Gijón.

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