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Cabinas de belleza y bienestar en Talasoponiente. / J. PAÑEDA
La incuria en Talasoponiente
GIJÓN

La incuria en Talasoponiente

RAMÓN AVELLO

Domingo, 4 de octubre 2009, 04:17

Hoy, esas fotos tendrían que retocarse para no mostrar el rápido y envejecido deterioro de unas más que jóvenes, jovencísimas instalaciones.

El centro de talasoterapia es un hito en la historia de los balnearios y piscinas en nuestra ciudad y, como tal, la inauguración del edificio se celebraba en este recomendable y bien escrito trabajo de Concepción Tuero. Talasoponiente continúa la tradición acuática de Gijón, enraizada desde las termas romanas, y ejerce una benéfica influencia, tanto sobre la salud de sus usuarios como sobre el fomento del turismo, especialmente del norte de Castilla. Y, sin embargo, a menos de un año de su inauguración, hay aspectos que empiezan a chirriar.

Cuando vemos un artilugio presumiblemente de acero inoxidable oxidado; cuando algunas de las taquillas cierran mal o no cierran; cuando se mira a algunos techos desconchados y enmohecidos; percheros caídos; cisternas que no cierran o grifos que no abren, algo está pasando. Y no es por la incuria del tiempo, ya que un año no es ni la veinteava parte de la nada, sino bien la posible incuria en sí misma, entendida como dejadez y desidia en el mantenimiento, o bien que algunos de los materiales con los que se inauguró Talasoponiente, no son los adecuados por su falta de calidad y resistencia.

Sin pretender ser el Pepito Grillo de la conciencia urbanística y defendiendo a ultranza la necesidad de un centro de talasoterapia de calidad en Gijón, yo siempre opiné que el edificio de Talasoponiente no tenía que estar donde está, ni ser el que es. Cuando en el 2002 el proyecto titulado 'Salamandra', dirigido por Francisco Leiva, ganó el concurso para un centro de talasoterapia en la Ería del Piles, lo lógico y esperado era la construcción de ese edificio en aquel lugar. En el proyecto se describe al edificio como una roca erosionada que surge del mar y juega con el movimiento de las mareas.

Si por razones empresariales muy concretas relacionadas con otras razones el edificio no se pudo hacer allí, se podría haber adaptado a un nuevo entorno en el Fomentín o Santa Catalina. Sin duda, 'Salamandra' sería el primer ejemplo de una arquitectura gijonesa para el siglo XXI, mientras que hoy se queda en un capítulo del Gijón ideal que hubiese podido ser y que por un inexplicable empecinamiento de los responsables municipales, no fue.

En su lugar tenemos un edificio correcto pero anodino, proyectado por los arquitectos Santiago González y Paula Costoya, que intenta sugerir una proa curva que se adentra hacia el mar.

No hay más cera que la que arde, y si al edificio de Talasoponiente no convence por la forma y por el lugar, es digno de alabanza por la función. Para el usuario habitual -yo lo soy- es un placer, una fuente de salud y un lujo de reyes. Por eso, observo con pena el rápido y a veces algo cutre deterioro de unas instalaciones en los que la calidad debería ser su seña de identidad.

En el libro 'Somos del agua: Historia de los equipamientos acuáticos de Gijón', escrito por Concepción E. Tuero, se recogen algunas fotografías de las entonces novísimas y prácticamente sin estrenar, instalaciones del centro de Talasoponiente.

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