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José Coca, en la Universidad de Oviedo, con la foto de la de Salamanca, su Universidad, al fondo. :: ROJAS
«Me parece un fraude ser emérito honorífico y tener despacho y teléfono»
Asturias

«Me parece un fraude ser emérito honorífico y tener despacho y teléfono»

«Bolonia, en lo que respecta a las ingenierías, ha sido un fracaso. Pero si se quiere seguir por ese camino, que sigan. Yo ya estoy fuera del sistema»José Coca Prados Emérito de la Universidad de Oviedo

EVA MONTES

Lunes, 5 de mayo 2014, 09:25

Su despacho está casi vacío 42 años después de haber llegado a la Universidad de Oviedo con un doctorado en Química por Salamanca, una estancia transformadora de dos años en Wisconsin (EE UU) y una cátedra que le trajo directamente a una facultad de Química que ni edificio tenía. Por eso José Coca Prados no hizo en su vida académica más que crecer y a él le debe la Universidad de Oviedo la implantación de los estudios de Ingeniería Química, título que defiende contra viento y marea con la sensación de que en España clama en el desierto. Y lo hace incluso a pesar de sí mismo, porque este salmantino adusto, trabajador, un tanto quijotesco, es capaz de generar un ejército de enemigos por defender su pensamiento. Sin cortapisas, incluso con crudeza. Hasta sin consciencia del efecto que producen su tono y sus palabras.

-Se va después de acabar sus dos años de emérito. ¿No va a acceder al emérito honorífico?

-Mis colaboradores me dicen que lo pida. Puede que lo solicite, pero si lo hago, será, desde luego, prescindiendo del despacho o del teléfono que te permite la normativa. Que una persona que ya es honorífica utilice instalaciones de la Universidad entiendo que es un fraude. Aquí en España siempre hay un poco de síndrome del Cid, el de guerrear después de morir, y eso no, eso no. Yo considero que mi misión en la Universidad está cumplida. Ya he hecho lo que tenía que hacer. Además, fuera de la Universidad también hay vida.

-Pues usted dedicó la suya a la ingeniería química.

-La ingeniería química me ha permitido formar a una serie de gente, transmitirle unos principios que yo ya aprendí en la Universidad de Salamanca, una forma de hacer, de pensar. Gente que sepa ser autocrítica, que no sea conformista y que tampoco sea eso tan clásico español de que eres importante no por lo que eres sino por a quién conoces en las altas instancias, por el número de actos a los que acudes para que te vean y te fotografíen, y que después se traducen en proyectos de investigación.

-¿Se siente mal tratado?

-He estado siempre conectado con el extranjero, participado en la elaboración de las bases del Centro Nacional para la Investigación Científica de Francia y en las decisiones sobre proyectos en Austria y en Estados Unidos, y nunca, nunca, me llamó el Ministerio de Educación y Ciencia para cuestiones relevantes. Ahí han estado siempre personas con vínculos políticos o que han tenido que unirse a una carta de intelectuales para apoyar una opción política. Claro, yo no he sido de esos y seguramente he perdido muchas muchas posibilidades. Pero me siento mucho más honrado por esa distinción que tengo de la Universidad de Wisconsin, prácticamente un papel y prácticamente sólo me invitan a recogerla. Pero detrás de ese papel hay un montón de profesores a los que no soy capaz de desatarles la sandalia. Eso me llena. Y me llena por la ética con la que se ha decidido.

-¿Habla de los estudios de ingeniería química, que Bolonia ha supeditado a la ingeniería industrial?

-Si tenemos que hablar de ingeniería química, no tiene que decidírmelo un colegio profesional de ingenieros industriales que está en Madrid, con señores casi todos pertenecientes al olimpo de los jubilados, que se están rigiendo, como todos los colegios, por un decreto de la Gaceta de Madrid de septiembre de 1850. Si queremos que la ingeniería química, las ingenierías españolas, sean equivalentes a las de Europa, habrá que empezar por copiar lo que hacen en Europa, no llamándolos ingenieros industriales para que así sean ingenieros tipo Miguel Ángel. Hoy tenemos que tener un ingeniero mecánico, uno eléctrico y uno químico, y tienen que ser independientes en su concepción de la ingeniería.

-Una concepción, la española, de la que también discrepa.

-Un estudiante de ingeniería químico en Inglaterra o EE UU, en primer año te hace un proyectín con el diseño de un proceso de obtención de ácido láctico, por ejemplo. ¡Claro que no sabe!, pero si quieres aprender a bailar, mejor que estar tres cursos con lecciones teóricas de baile, habrá que estar bailando un poco desde el primer día para corregir los movimientos. Un ingeniero no es un matemático ni un físico ni un químico, y cuando un estudiante llega a tercero y descubre la ingeniería, a lo mejor no le gusta y ha perdido tres años.

-¿Y por qué ese cambio de roles?

-Lo básico lo engordamos porque para mí, como profesor, es más fácil que me venga un chico tres años más tarde bien trillado, y a los departamentos de ciencias básicas también les viene muy bien, porque justifican plazas de profesorado. ¿Pero nosotros tenemos que dar títulos en virtud de que haya mucho profesorado en la Universidad o para que la sociedad funcione? Seguimos con la misma estructura corporativa colegial y eso es malo para las ingenierías y malo para el país. Pero hemos llegado a tal punto de conformismo, que dices 'si eso les vale, pues allá lo tengan'. Y yo he llegado a eso.

-Veo que los años no le han suavizado.

-Pero mi crítica no es que la haya soñado una noche de verano, es lo que he visto fuera. No he sido más que transmisor de lo que he visto fuera.

-¿Y nadie que haya programado Bolonia lo ha visto?

-Pues no me atrevo a poner la mano en el fuego, pero posiblemente no. El problema es que estas decisiones tienen siempre, siempre, siempre, que tener participación de sindicatos, políticos, entidades locales... ¿Y a quién preguntan? A los colegios profesionales, que están en 1850.

-Bolonia es, entonces, un fracaso.

-En las ingenierías, y en la química en concreto, desde luego. Pero si queremos ir por ese camino equivocado, si eso le sirve a España, que sigan. Yo ya estoy fuera del sistema. ¿Que no tengo razón? Puede. No voy a ser un héroe como el Cid, pero entiendo que se está haciendo mal.

-¿Se siente un poco quijotesco?

-Hay que sentirse un poco, porque lo que mueve el mundo son las ideas. Don Quijote es un loco que va diciendo verdades y con esas ideas utópicas avanza por el mundo. Pero si un loco perdido con ideales convence a un hombre con los pies en la tierra como Sancho, ya ha hecho una labor. Yo creo que hace falta gente con ideales.

-¿Qué va a echar más de menos el aula o el laboratorio?

-La docencia tiene algo de misterioso. Creo que hay pocas cosas que den tanta satisfacción como notar cómo se ilumina la cara de un alumno cuando ha entendido lo que estás diciendo y le causa una gran satisfacción. Probablemente ese cuadro sí lo echaré de menos, pero relativamente, porque es el más fácil de compensar dando cursos. Y en investigación tengo muchas ideas que no necesariamente se las voy a dar a grupos de Oviedo. Para mí Oviedo no es imprescindible. Yo vine aquí de misionero. Misión cumplida, y me voy.

-¿Se arrepiente de haber venido a Oviedo?

-Cuando llegué sabía que venía al peor departamento de ingeniería quimica de España y quizá a la peor Universidad. Tuve oportunidades de marcharme a Zaragoza y a Madrid y estuve a punto de ser jefe de investigación de Repsol con un sueldo tres veces el de la Universidad. Quizás me equivoqué, pero para el espíritu ha sido bueno lo que he hecho aquí. Aquí empecé y aquí termino. Y si miro la parábola de los talentos, he dejado más de los que me he traído. No, no me he arrepentido.

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