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Las otras plazas sin toros
Oviedo

Las otras plazas sin toros

Solo 26 cosos taurinos son bien de interés cultural. En dos de ellas, se retiró para facilitar intervenciones integrales. La de Oviedo espera la decisión este mes del consejo de Patrimonio

PPLL

Domingo, 4 de mayo 2014, 13:42

En Asturias, hay 212 elementos patrimoniales declarados Bien de Interés Cultural. Dos de ellos, laS plazas de toros de Oviedo y Gijón, son parte de las únicas 26 que gozan del máximo nivel de protección en toda España. Son, además, una excepción geográfica: los únicos cosos taurinos del norte del país en la lista. Detrás, dos historias muy distintas. El Bibio es un edificio vivo, en buen estado, que acoge la lidia por Begoña y otros eventos, conciertos o ferias, a lo largo del año. Buenavista lleva cerrada siete años. Y reabrirla, como pretende el Ayuntamiento, no es sencillo. El graderío alto, reconstruido en 1951, está en pésimas condiciones, el edificio incumple la normativa de seguridad o evacuación y sus servicios son muy deficientes. Cualquier intervención, sin embargo, está condicionada por pertenecer a esa lista de elementos que por su «interés artístico, histórico, paleontológico, etnográfico, científico o técnico», dice la Ley de Patrimonio, han «sido declarados» BIC. Patrimonio debe decidir el día 9 si la borra para permitir la intervención en profundidad que plantea el Ayuntamiento. En Asturias nunca se ha quitado un BIC. Entre las 26 plazas de toros, hay dos precedentes.La mayor parte de las plazas de toros históricas de España se construyeron en unas pocas décadas felices a caballo entre los siglos XIX y XX. 'Frascuelo' y 'Lagartijo' inauguraron el coso de Buenavista en 1889. Gijón vio su primera lidia en un año antes, el mismo año que Almería o Almendralejo y diez años arriba o abajo están casi todas. El toreo a pie, la lidia 'moderna' es cosa del XVIII. Antes, los toros se alanceaban, como dicen las crónicas catedralicias que hizo el Cid en 1075 durante festejos por la visita de Alfonso VI a Oviedo y la apertura del Arca Santa. Las plazas, del XIX. Son un signo del surgimiento de una clase burguesa e industrial que demandaba nuevos modos de entretenimiento.

En el salto del XX al XXI, muchas plazas de toros han sufrido importantes intervenciones para adaptarlas a nuevos usos como recintos polivalentes, deportivos o feriales. No menos de 21 cosos taurinos han sido remodelados o reconstruidos en lo que llevamos de siglo. Una lista en la que siempre se cita la 'cubierta' de Leganés, pero que incluye plazas históricas como la de Zaragoza, Valladolid, Coruña o Pontevedra, todas cubiertas entre el 2000 y la actualidad. En tres casos, además de la localidad madrileña, las intervenciones supusieron el derribo del coso decimonónico y una reconstrucción moderna. Así fue en Vitoria, donde el Iradier Arena sustituyó el coso después de 126 años; Logroño o en el coso de Vistalegre en el castizo barrio de Carabanchel.

Pero ninguno de estos casos había sido declarado «por la autoridad competente» bien de interés cultural. En la lista de 26 arenas de lidia protegidas que recoge el Ministerio de Cultura hay dos excepciones. Dos edificios protegidos, como las de Oviedo o Gijón, en los que la comunidad autónoma dio marcha atrás para permitir intervenciones en profundidad. Son dos casos, además, contrapuestos. Dos ejemplos de los caminos por los que puede optar Patrimonio para decidir el futuro de la plaza de toros de la ciudad. Cara o cruz.

Toro y Las Arenas

La plaza de toros de Toro escapa a las generalizaciones sobre estos edificios. Construida en 1828, es uno los cosos taurinos más antiguos de España, que además no sufrió intervenciones de importancia a lo largo de su historia. Escapó a la arquitectura del hierro y las intervenciones neomudéjares que se dieron a otros cosos en el cambio de siglo, pero no a una larga etapa de decadencia. En manos, privadas su protección como un ejemplo arquitectónico de estructura y soporte en madera y adobe amenazaba ruina. El municipio la adquirió en el año 2000 para recuperarla. Con el expediente BIC incoado, la comunidad permitió una reconstrucción completa y minuciosa iniciada ese mismo año y que recuperó el aspecto y materiales originales.

En el extremo opuesto está la segunda plaza de Barcelona: Las Arenas. El banquero Josep Marsans y Rof invirtió, en 1899, 1.650.000 pesetas en la compra de los terrenos situados en un nuevo eje de centralidad de la ciudad, la futura plaza España, y la construcción del coso, inaugurado un año más tarde.

En 1977, dejaron de celebrarse corridas, pero siguió acogiendo conciertos y espectáculos. Una década más tarde, con la ciudad a las puertas de los Juegos Olímpicos del 92, su futuro se convirtió en el centro de una disputa entre el Ayuntamiento del socialista Pascual Maragall y la Generalitat del convergente y 'molt honorable', Jordi Puyol. La Fira (la feria de la ciudad, controlada por el segundo) pretendió la adquisición de la plaza para ampliar sus instalaciones y construir un aparcamiento. Enfrente, el Ayuntamiento intentó expropiarla y alentó una campaña por su conservación, en la que se barajaron usos como casino. El coso ni siquiera estaba incluido en el catálogo municipal y los intentos de conseguir una declaración del edificio como Bien de interés cultural chocaron, relata el arquitecto Antonio González Moreno-Navarro, con la reticencia de la Generalitat por «el hecho de tratarse de una plaza de toros» y «por su estilo arquitectónico».

Pero también con que era privada y que su protección podía dar lugar a indemnizaciones. Solo cuando el Ayuntamiento la expropió en 1988, la incluyó en el catálogo pero a su vez alentó a los que pedían su conservación. Un colectivo solicitó su catalogación como BIC y ante el rechazo de la Generalitat, acudió a los tribunales. El Supremo les dio la razón de forma parcial mandando conservar íntegra la fachada. La solución final, tras la venta a una empresa privada, es un centro comercial de 44.000 metros que conserva los muros neomudéjares de la plaza. Eso sí, desmontados y elevados sobre pórticos.

Son dos caminos distintos para recuperar una plaza de toros. Por uno de ellos deberá optar Patrimonio. Si levanta la protección, el Ayuntamiento impulsará su plan director, que en varias fases, prevé derribar y reconstruir el graderío ruinoso y una cubierta desmontable y, más adelante, ampliar el aforo y la polivalencia del recinto. Si lo rechaza, advierte un técnico, probablemente no habrá otra oportunidad: «Empezará otro mandato con otras prioridades». Algo nuevo ocupará los carteles.

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