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RAMÓN AVELLO
Martes, 29 de abril 2014, 11:34
'Marina' no es nueva en el Campoamor. El público más veterano y longevo podrá recordar a Alfredo Kraus, como Jorge, allá en 1958. Sin ir tan lejos, la penúltima 'Marina' ovetense se representó como ópera, en el 2009. Aquella era delicada y con toques vagamente dalinianos, firmada escénicamente por Susana Gómez. Esta, producida recientemente por el Teatro de la Zarzuela y aplaudida cálidamente ayer en el Campoamor, posee una peculiaridad musical: la inclusión de dos números que se habían cantado en el estreno de la ópera en el Teatro Real en 1781 y que se suprimieron en las siguientes versiones. ¿Por qué se suprimieron y se olvidaron el dúo de Roque y Marina y la sardana? Caprichos del destino. Es probable que la dificultad de la voz de barítono y el carácter abiertamente verdiano del dúo unido a la necesidad de no alargar la obra, fuesen los motivos de los cortes y del posterior olvido. Olvido subsanado por los musicólogos de la Universidad de Oviedo María Encina Cortizo y Ramón Sobrino.
La 'Marina' que ayer subió, con gran satisfacción del público, al escenario ovetense, abarrotado para la cita, además de recuperar la versión original de 1781 es especial. El director de escena Ignacio García plantea como atmósfera de la obra, una 'Marina' realista, alejado de algunos clichés cursis o excesivamente idealizados, para recrear una historia de amor en un pueblo marinero real.
La escenografía parece inspirada en los pintores realistas francés del siglo XIX, por la paleta terrosa, oscura. Sugerente, pero melancólica. Un aspecto fundamental es la dirección de masas en escena, muy bien resuelta y que presta una gran relevancia a los concertantes y a los coros.
Aunque en la ópera de Arrieta predomina el belcantismo italiano inspirado en Donizetti y Bellini, 'Marina' posee rasgos verdianos, especialmente en las escenas corales y algunos números de factura popular cercana a una estética pre-nacionalista. El director gijonés Óliver Díaz, anoche inmenso, conoce profundamente la obra, y extrae todos esos relieves sugeridos o indicados en una partitura de cierta complejidad. Delicadeza en el color -el oboe como símbolo de Jorge o el aria de Marina con flauta obligada fueron momentos felices-, riqueza de matices y vigor en las escenas concertantes, y una densidad sinfónica en los intermedios, fueron algunos de los rasgos de la dirección de Óliver Díaz al frente de Oviedo Filarmonía. Una dirección con una ambición muy sinfónica, cuidadosa con las voces y que resaltó cada pequeña frase, cada idea, de la partitura.
Por lo que se refiere al coro, tiene un papel primordial. La masa se fue centrando a lo largo de la representación, siendo muy aplaudido el conjunto en la escena del segundo acto y los concertantes del brindis y de la habanera final.
Entre los protagonistas, Sonia de Munk representa a una Marina muy solvente en los agudos. Antonio Gandía, en el papel de Jorge, con un timbre muy poético y delicado. El papel de Roque adquiere un protagonismo mayor en esta versión del barítono Luis Cansino, que fue uno de los más aplaudidos con intervenciones de mucho realce. Finalmente, el bajo Simón Orfila interpreta un Pascual cercano al verismo, de tintes dramáticos y cantado con belleza y pasión. Él, como todos, logró un éxito para esta 'Marina' original que el público disfrutó y aplaudió intensamente.
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