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Manuel Ángel López Alonso, ante uno de los tanques de depuración de aguas. :: JOAQUÍN PAÑEDA
La caja misteriosa de La Reguerona
GIJÓN

La caja misteriosa de La Reguerona

Por sus instalaciones de Aboño pasan las aguas negras de la zona Oeste de Gijón y parte de Carreño antes de ser enviadas a alta mar La microfauna, clave en la depuración, es tratada con sumo cuidado en los tanques

ANDRÉS PRESEDO

Viernes, 18 de abril 2014, 12:04

No tiene secretos, pero, a la vez, es un gran misterio. Así, de forma gráfica y con pocas palabras, explica Jorge Fernández Nuevo, responsable técnico de la depuradora de La Reguerona, todo el proceso químico del tratamiento de las aguas negras que entran en la planta procedentes de la red de saneamiento de Gijón y que, después de ser tratadas durante un día, son enviadas casi dos kilómetros mar adentro. Llegan, en lo que cabe, listas para que la propia naturaleza culmine el proceso de depuración. Para que, en suma, su vertido no tenga incidencia alguna en la calidad de las aguas exteriores de la costa local. Antes, en la depuradora de La Reguerona, que gestiona la Empresa Municipal de Aguas de Gijón (EMA), se completa un ciclo que va desde la retirada paulatina de los sólidos, que tienen su tratamiento específico, hasta un sofisticado proceso de depuración a través de un tratamiento biológico en el que los microorganismos, la microfauna, tiene tal protagonismo que es tratada casi con los honores de un balneario.

Las diferentes bacterias viven en los dos grandes tanques de depuración con todas las comodidades vitales para que puedan hacer su trabajo. Eso se traduce, por ejemplo, en un estricto control de la temperatura y ph del agua, además del aire que se inyecta de forma artificial para animar al proceso orgánico. Día a día se mantiene, vía laboratorio, ese medio de vida para estos microorganismos, vitales para el tratamiento de la materia orgánica. Un vertido de lejía o de gasóleo sería catastrófico para esta microfauna. También para la depuración de las aguas de la ciudad.

Cierto es que esta fauna microscópica, explica Covadonga Díaz, doctora en Farmacia y responsable del laboratorio de La Reguerona, hace bien su trabajo y responde a los cuidados que recibe a diario. En apenas dos horas, y en las condiciones apropiadas, los microorganismos son capaces de dejar las aguas negras en unas condiciones de depuración idóneas para poder conducirlas por un emisario submarino hasta alta mar. Hasta no hace demasiado, las aguas negras de toda la cuenca Oeste de la ciudad salían, sin tratamiento alguno, por un emisario a la altura de El Musel. Ahora, las cosas han cambiado y, desde La Figar, esas aguas fecales pasan por la depuradora de La Reguerona, de la que salen en torno a 11.000 toneladas al año de material sólido para el vertedero de Cogersa. Solo ese dato puede dar una idea del daño ecológico que se evita con la puesta en marcha de esta depuradora ubicada en el valle de Aboño.

Pero, ¿cómo es el día a día de la planta? Un total de 25 personas trabajan en esta instalación, que es un auténtico bunker de túneles, cables, tanques, silos de almacenaje, etcétera y en el que, por extraño que parezca, Jorge Fernández Nuevo asegura que «hay más de mil máquinas» operativas y que nunca se paran. No en vano, pasan por ella 27,5 millones de metros cúbicos al año, que llegan, a través del monte, por un enorme colector, procedentes de la planta de La Figar, donde ya se tamizan los sólidos de mayor tamaño. Luego, ya en La Reguerona, un primer tratamiento mecánico separa los sólidos hasta tres milímetros con una reja para finos. Obligado es que las aguas negras lleguen a los tanques de tratamiento biológico de la forma más «limpia» posible.

Control de los sólidos

Allí se inicia el trabajo de los microorganismos que, como se apuntaba con anterioridad, puede llevar unas dos horas, tras lo cual el agua pasa por unos decantadores que complementan el proceso de depurado y queda dispuesta para enviar al emisario submarino. Un día puede estar en la planta de La Reguerona el agua desde que llega hasta su salida, aunque todo depende, también, del volumen de agua recibida que, como es lógico, no es igual en tiempo de sequía que cuando las lluvias arrecian. Luego, desde el laboratorio que controla Covadonga Díaz se toman muestras tanto de la entrada del agua como de la salida. Es la forma, evidente, de conocer si el funcionamiento de depuración de la planta es el correcto. No hay lugar para el mínimo error. «Esto es una industria en la que se trata agua contaminada, con la salvedad de que nunca se sabe lo que está allí metido. Hay muy poco control posible sobre la materia prima, por eso es tan importante el trabajo del laboratorio», señala el responsable de la misma, Jorge Fernández Nuevo.

Importante es el tratamiento del agua, pero no lo es menos el relativo a los sólidos que vienen a través de la red de saneamiento, que llegan tanto por lo que puedan arrojar los ciudadanos como por el efecto de la lluvia y las propias alcantarillas. Los datos son esclarecedores: en 2013, se retiraron 369 toneladas de residuos sólidos, 147 toneladas de arena, 1,5 toneladas de flotantes deshidratados y casi 10.000 toneladas de lodos. En camiones, con un tratamiento previo de compactado, todo ese material fue llevado hasta el vertedero de Cogersa para su posterior tratamiento. De esa forma, se cierra el ciclo de esta depuradora que, dentro de pocos meses, tendrá una similar -algo más pequeña y soterrada- en El Pisón, en la actualidad en obras. Los lodos seguirán siendo tratados en La Reguerona, pero, para entonces, la cuenca Este de la ciudad también tendrá mucho más limpias sus aguas negras.

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